Ni ellos mismos se esperaban el éxito que ha cosechado Literatrales, obra de la profesora Inés Andrés y que han puesto en escena estudiantes de distintos cursos del IESLópez de Mendoza. La profesora Andrés y Lucía Rilova, que aunque da matemáticas es una apasionada de la danza y del teatro, han logrado inocular a la chavalada no solo el amor por las tablas sino por los clásicos.
Porque Literatrales es una distopía en la que adolescentes del siglo XXI y algunas de las más grandes figuras de la literatura en castellano se conocen, se dan la mano y pasean por un universo común: el de las emociones, los miedos, las preocupaciones y los sinsabores de la vida, que se parecen como una gota de agua a otra sin que el paso del tiempo o las circunstancias sociales cambien esta realidad.
La trama arranca con el debate que un grupo de jóvenes de una escuela de teatro comienzan para elegir a una serie de personajes para interpretar algunas de las escenas más conocidas de la literatura española. Pero no se ponen de acuerdo. Dos amigos (el uno, un idealista y el otro, bien apegado a la tierra) apuestan por don Quijote y Sancho Panza, una chavala con una madre autoritaria e intransigente se acuerda de Bernarda Alba y sus hijas; otra, reivindicativa de los derechos de las mujeres, quiere representar alguna andanza de la Celestina y sus personajes femeninos. Hay una niña que ha ido de casa de acogida en casa de acogida que está enamorada del Lazarillo de Tormes y una parejita -«él, un machista; ella, obnubilada», los define la autora y directora- quiere dedicarle una escena a Don Juan Tenorio. Y como no se ponen de acuerdo hacen un conjuro y los personajes se hacen carne y se dan de bruces con unos jóvenes desconocidos para ellos.
«Quisimos que los estudiantes homenajearan a los clásicos pero también que fueran conscientes de cuánto de ellos hay en nosotros», explica Inés Andrés, que ha incluido en el texto muchos guiños a otros tipos de espectáculos como el musical, el teatro de sombras o el teatro en negro. Hora y media dura la función en la que la muchachada se entrega al máximo. Se suceden las risas y las lágrimas. Se habla del cambio climático, del machismo, del aceptarse a uno o a una misma. Y se rompe el tiempo: Areúsa se vuelve al siglo XV con unas compresas; el Lazarillo, al XVI con una mochila y el Quijote se hace un activista medioambiental que en vez de molinos va a atacar a los que considera culpables del colapso hacia el que se dirige la tierra. Los veinte actores y actrices, parte de los cuales ustedes ven en la imagen que aparece sobre estas líneas (delante del histórico instituto en el que estudian) dan una lección de compromiso con el arte.