El III Congreso del Camino Olvidado reunió este viernes en Villasana de Mena a varios experimentados peregrinos que han pateado, no solo este itinerario compostelano, sino muchos otros desde hace décadas. Todos coincidieron en su charla con Diario de Burgos en «el potencial de crecimiento y la proyección» que tiene, en especial desde que en 2020 lo respaldara la Comisión de los Caminos a Santiago por Castilla y León. En el relato de lo vivido en sus 680 kilómetros desde Bilbao, pasando por Merindades, a Villafranca del Bierzo lo calificaron de auténtico, genuino, exigente, entrañable, inolvidable... A Marian Martín Marín -Marian YoSoy Peregrina en las redes sociales con casi 5.000 seguidores- es el que más le ha marcado.
A esta ingeniera informática de Teruel, el Camino Olvidado la atrapó en 2022. «Me devolvió a mis orígenes, a esa parte entrañable del camino en la que conectas con la gente de los lugares», recuerda. Lo mismo la invitaban a comer un bacalao al pilpil que le daban unos minutos de charla en un peregrinaje que la trasladó a «lo genuino» ya perdido en el Camino Francés y en otros más concurridos. «Siempre hay alguien dispuesto a ayudarte en este camino y el compromiso de los vecinos te empuja a seguir adelante», insistió.
Todos los peregrinos coincidieron en que el Olvidado y sus montañas son para caminantes experimentados por la exigencia física y, de momento, también por la soledad que les acompaña. Villar López, fotoperiodista de Pamplona y con caminos en sus pies desde 2010, lo realizó en octubre pasado completamente sola. No vi ni un peregrino en 22 días en los que luchó contra el huracán Kirk, pero sí encontró «el trato sincero con todo el cariño de una conversación auténtica en los pueblos». Observó que «la gente está muy agradecida» de su paso y como el resto de sus compañeros sabe que muchos peregrinos 'profesionales' ya tienen marcada en su agenda fecha para recorrerlo. «En el momento en que las instituciones lo empiecen a apoyar con albergues despegará», a su juicio.
El bilbaíno Urko Lekue, afincado en Medina, ve en el peregrinaje una «forma de pasártelo bien con una mochila, echarte a andar y quitarte los miedos». En el Olvidado echó de menos albergues, pero siempre le llegó ayuda cuando la necesitó: «Que el bar del pueblo ha cerrado... déjate llevar y un vecino te acaba ofreciendo ir en su coche al del pueblo de al lado».
Su peripecia con el Olvidado fue extraordinaria, porque salió el pasado febrero de Almería para recorrer el Camino Mozárabe durante una semana, pero acabó pasando 105 días en ruta y completando 2.600 kilómetros tras conectar con la Ruta de la Plata, el Francés y el Olvidado, que lo hizo al revés, de León hacia Bilbao. Si le pone un pero es, además de la falta de albergues en algunos tramos, también de fuentes en algunos casos. Pese a todo, «merece mucho la pena».
José Antonio Gómez Crespo, de Torrelavega, hizo el Olvidado en mayo y en septiembre pasados tras acumular peregrinajes desde 1993. «Posiblemente es de los más exigentes, pero de los más bonitos, el que más, porque tiene bosques, montañas, paisajes, iglesias, catedrales... lo tiene todo en un mismo camino. Ningún otro tiene tanta variedad», describe este operario industrial que destaca como se conoce a «gente maravillosa». Tras realizarlo ahora no duda en asesorar a otros desde las redes sociales.
Mientras, Francisco Javier Alfaro llegó a Villasana de La Robla (León) con la experiencia del caminante, pero también de hospitalero en el albergue de su hija. Así que su pasión por el Olvidado, que recomienda hacerlo en primavera y otoño, está fuera de toda duda.