Gracias a Atapuerca, el término geológico 'dolina', que denomina a las depresiones que crean los fenómenos kársticos, es conocido por la población en general. Ahora, gracias al trabajo de investigación del equipo liderado por el arandino Miguel Ángel del Pozo, esta palabra técnica también se puede utilizar para hablar de las formaciones que conforman la superficie de las células. Durante diez años, estos científicos del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) han estado trabajando con expertos en otras disciplinas, como las matemáticas, para conocer cómo responden las células a las fuerzas o cambios a los que se las somete.
Después de muchas pruebas, lograron probar que hay formaciones en las células que precisan un nivel alto de fuerza para responder a ella, que se conocen desde hace más de medio siglo y que se llaman caveolas, pero hay otras más sensibles. «Las caveolas cuando notan la fuerza se aplanan, pero necesitan una fuerza muy elevada, fruto de situaciones muy drásticas como un impacto y lo hacen de golpe, como un interruptor; sin embargo, hay otras formaciones que reaccionan con fuerzas más pequeños y se van deformando de forma gradual, poco a poco, como un muelle», explica Miguel Ángel del Pozo, que es jefe del grupo de Mecanoadaptación y Biología de Caveolas del CNIC.
Al descubrir esta estructura, su forma y la relación de Del Pozo con Burgos y de otro de los investigadores, el doctor Fidel Lolo, con uno de los codirectores de los yacimientos de Atapuerca les llevó a bautizar este descubrimiento como dolina.
Este hito científico abre la puerta a que se pueda avanzar en el conocimiento del comportamiento celular ante circunstancias que pueden derivar en enfermedades crónicas, degenerativas o mortales. «Al permitir las dolinas detectar cambios muy sutiles, muy fisiológicos, de rangos de fuerza pueden ser los que suceden en el tejido de las neuronas, donde tendrían un papel muy importante en el funcionamiento del cerebro y con enfermedades neurodegenerativas», apunta el doctor Lolo, que también apunta a que se podría aplicar este descubrimiento a la investigación contra el cáncer, «saber por qué hacen unas células metástasis, porqué la sensibilidad de las dolinas les lleva a hacer ese tipo de transiciones y pasan a otros órganos».
El doctor Del Pozo considera que este hallazgo hubiera sido impensable sin un abordaje multidisciplinar. «A veces cuando estás perdido en una investigación, modelizar el fenómeno en cuestión con ayuda de un matemático, por ejemplo, te puede conducir al momento Eureka», reconoce el investigador arandino. Este trabajo ha contado con las ayudas del Programa de Innovación Unión Europea Horizonte 2020 Investigación a través de la acción estratégica ITN Marie Sklodowska-Curie, del Ministerio de Ciencia e Innovación de España.