La jornada interminable del San Pablo en su primer día en Buenos Aires llegó a su fin con un entrenamiento suave para recuperar sensaciones. Los burgaleses pisaron ayer por primera vez la pista del Obras Sanitarias, donde jugarán mañana la final de la Copa Intercontinental contra el Quimsa, y realizaron una sesión tranquila. El físico de los jugadores no estaba para mucho más después de casi 20 horas de viaje, 13 de ellas de avión, y una noche entera sin dormir. Muchos cambios. Demasiados. El desfase de cuatro horas, un vuelo transoceánico y una temperatura de 27 grados debido al verano austral. «Todo eso influye en el rendimiento», asegura Dani Hernández, preparador físico del club.

Las caras de cansancio de la expedición lo decían todo al llegar al aeropuerto Ministro Pastrani de Buenos Aires. Cierto es que, en cuanto pisaron la calle, el humor cambió porque les esperaba el verano. El frío burgalés se esfumó de un plumazo y abrió paso a un día perfecto.

Tampoco lo disfrutaron mucho. Un trayecto corto en autobús hasta el hotel, donde también se encuentra concentrado el Quimsa, y la mañana de descanso en la habitación. Algunos, como Kenneth Horton, aprovecharon para estirar el cuerpo después de un viaje tan largo. El ala-pívot americano aseguró que ya tiene olvidados sus problemas de espalda y Sergio Rodríguez, fisioterapeuta, confirmó sus palabras: «No nos preocupa especialmente su espalda. No hay nada fuera de lo normal». Horton estará listo para disputar mañana la final, al igual que el resto de la expedición que se ha desplazado hasta Argentina, incluido el canterano Ángel Infante, que ha pasado de jugar en Liga EBA a entrar en la lista de una Copa Intercontinental en apenas unos días. Solo Álex Renfroe, que sigue recuperándose de su esguince en la rodilla en Burgos, se perderá la gran final.

(Más información de los dos enviados especiales de DB a Argentina, en las páginas de hoy de Diario de Burgos)