«Miranda era conocida en el mundo entero por el ferrocarril»

JUNIOR VIEIRA
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Pedro Romon y Hermenegildo Gómez trabajaron durante más de cuarenta años en el taller de material motor de Renfe

Pedro Romon y Hermenegildo Gómez en la estación de trenes recordando su trabajo en los talleres. - Foto: J.V.

El anuncio de la demolición de tres de las naves de los talleres de material motor de Renfe situado en la ciudad ha supuesto un golpe a la historia ferroviaria mirandesa. Pedro Romon y Hermenegildo Gómez trabajaron durante más de 40 años en dichos edificios. Una vida entera dedicada a la locomotora que comenzó en las escuelas de aprendices y que aún sigue ligada a ellos. El nombre de Miranda ha estado vinculado a este medio de transporte durante todo el siglo pasado y la ciudad era conocida en todo el mundo por ello. 

La historia ferroviaria de ambos mirandeses comienza en 1954. «Es necesario hablar de las escuelas de aprendices antes de todo», explica Pedro Romon. El origen de estos centros se remonta a 1947 y el periodo de enseñanza duraba tres años. «El primero era de aprendizaje, el segundo de especialización y el tercero de perfeccionamiento», recuerda Romon. Un espacio de tiempo en el que coincidió con Hermenegildo, ya que ambos son compañeros de año. «Pedro fue el primero de la promoción, yo me quedé el tercero que no está mal», ríe este último, quien recuerda que «no daba la talla». Para poder acceder a la escuela se necesitaba una estatura mínima. Además, tampoco contaba con familiares dedicados al mundo del ferrocarril, lo que significaba «una gran desventaja». 

A día de hoy estas escuelas de aprendices ya no existen y Romon considera que «es un gran error». Precisamente muchos de los alumnos que salían de estos centros «se rifaban» entre las empresas debido a sus conocimientos en tornos o fresadoras. Al finalizar el aprendizaje, muchos acababan destinados en otras partes de España. «Yo estuve entre Alsasua y Pamplona», explica Gómez. Mientras que Romon al ser número 1 de su promoción fue destinado a Bilbao. «Soy hijo de viuda y sin hermanos, entonces dije que me dejaran en Miranda», explica este último. Tras más de 8 meses lo consiguió. 

Romon se especializó en ajustador, mientras que Gómez hizo lo propio en montador. Ambos fueron destinados al taller motor, donde se encargaban del mantenimiento de estos mecanismos. Algo imprescindible para el correcto funcionamiento de los vagones de mercancía o coches de viajeros que se trataban en el de remolcado unos metros más adelante. «Cualquier locomotora que entraba en la ciudad pasaba por nuestro taller», explica Romon. Un trabajo esencial para que pudieran circular sin ningún imprevisto. «Cada una entraba al taller y se hacía una revisión en función de los kilómetros que llevaba recorridos», desarrolla el mirandés, quien añade que «si eso no se hacía y ocurría cualquier accidente, los palos que caían para los responsables eran terribles». 

Hasta 160 locomotoras entraron al taller mirandés en la década de los 60. Romon explica que había unas que se llamaban «estrella» y que «de los diez ejemplares que existían en toda España, todos estaban en Miranda». La situación comenzó a cambiar cuando comenzaron a aparecer las eléctricas en Madrid. «Empezaron a llegar de Fuencarral y cuando iban renovando, nos mandaban las más gastadas a Miranda», recuerda. 

Durante muchas décadas del siglo XX, «Renfe y Fefasa acaparaban toda la ciudad», explica Gómez, quien añade que «Miranda era conocida en el mundo entero por el ferrocarril». Durante estos años «había muchos comercios y pequeños talleres que vivían gracias a las locomotoras», cuenta Romon. La buena salud industrial y económica de la ciudad por aquellos tiempos «repercutía de manera directa» en otros negocios. Una situación que contrasta totalmente con la que se vive a día de hoy. «Tú te das un paseo por la estación y no hay nadie», explica. Un descontento al que se suma Gómez, quien afirma que «en lugar de construir, se dedican a destruir».

La noticia de la demolición de estas naves ha dividido a ambos. Romon cuenta que jubilarse ha supuesto «cambiar el chip», lo que le ha conllevado a que el proyecto de derrumbe le dé «igual», aunque considera «una pena» que «todo lo que Renfe ha hecho en Miranda se haya llevado a la mínima expresión». Un sentimiento muy contrario al de Gómez. «Yo sufro hasta cuando no me toca directamente»,  lamenta. El mirandés considera «ridículas» las ideas que la empresa tiene con estos proyectos. Especialmente cuando se trata de «derruir por derruir». 

El proyecto de reforma que Renfe ha planeado en los talleres de Miranda de Ebro supondrá un gran cambio para la industria ferroviaria de la ciudad. También la perdida de un patrimonio histórico protagonizado por muchos mirandeses del siglo pasado.