Fue una mañana de sudores en el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Burgos, y no solo por las temperaturas que alcanzó una estancia a todas luces insuficiente para eventos de tamaña concurrencia. Había muchos nervios entre los novatos y una notoria incertidumbre ante el resultado final, así que la sesión constitutiva de la décima Corporación municipal tras el regreso de la democracia no se relajó hasta que Javier Lacalle fue proclamado alcalde.
El regidor de la ciudad volvió a resultar elegido para serlo durante los próximos cuatro años aunque en una situación de minoría, algo a lo que el Partido Popular nunca se ha enfrentado en la capital (cuando Peña gobernó en coalición lo hizo con otras siglas) y eso cambiará muchas cosas.
La ley establece que si en una primera votación ningún candidato obtiene la mayoría absoluta el elegido será el número 1 de la lista más votada. Y así ocurrió ayer. El nuevo alcalde solo logró los 10 votos de su grupo, Daniel de la Rosa recibió los 13 que sumaron PSOE e Imagina y Gloria Bañeres obtuvo únicamente tres de sus propios concejales. Silvia Álvarez de Eulate, la cuarta edil de Ciudadanos, se abstuvo tras haber expresado en los días precedentes su malestar por el cambio de criterio de última hora de la formación naranja, que hasta el jueves siempre mantuvo que no aspiraría a la Alcaldía si no era la lista más votada y que de repente cambió de opinión para sorpresa primero e indignación después de PSOE e Imagina, que ayer se despacharon con críticas hacia el ‘Bañerazo’.
Si Álvarez de Eulate hubiera apoyado a De la Rosa éste habría sido el regidor, pero el último factor de incertidumbre se despejó pronto porque la (todavía) concejala de Ciudadanos mantuvo sus intenciones. Así, Javier Lacalle afronta un mandato con los riesgos que siempre conlleva gobernar en minoría. No podrá aplicar el rodillo, tendrá que pactar los grandes asuntos que pasan por el Pleno (ordenanzas, presupuestos o planeamiento urbanístico) y solo gozará de cierta libertad en la Junta de Gobierno Local, que tras la incorporación de Burgos a la Ley de Grandes Ciudades adquirió notables competencias.
Por todo ello el discurso de investidura del regidor estuvo marcado por un llamamiento al «diálogo como instrumento habitual de trabajo» al ser consciente de que su gobierno «necesitará del consenso con otras formación, con PSOE, con Imagina y con Ciudadanos, para poder dirigir la gestión de nuestro Ayuntamiento».
El cabeza de lista del Partido Popular prometió ser «alcalde de todos», ofreció «humildad y trabajo sincero» e hizo una mención especial a la colaboración con el Partido Socialista por ser una formación que ya tiene experiencia de gobierno en la ciudad. Trató además de rebajar el tono de tensión que las intervenciones previas de De la Rosa y Salinero tuvieron contra Bañeres y abrió la mano a «estudiar cuantas iniciativas se presenten» por parte de los tres grupos que conformarán la oposición.
Como ejes de la acción que pretende desarrollar en los próximos años, Lacalle mencionó la gestión y recuperación económica recordando la congelación de impuestos, unos servicios públicos de calidad especialmente en el ámbito social y de las familias desahuciadas, la dinamización para la industria y el empleo atrayendo empresas, el avance en el desarrollo de la ciudad y más transparencia y participación.
La pretensión del primer edil es tener listo el organigrama de la nueva Corporación justo antes de las fiestas de San Pedro, pero para ello tendrá que aclarar (consultando con la oposición)cuestiones como el número de liberados, los componentes de las comisiones informativas o la propia Junta de Gobierno.
«Se abre una nueva página en nuestra ciudad y entre todos tenemos la responsabilidad de escribirla», reiteró en su discurso el alcalde reelegido, dejando claro que es consciente de que los tiempos políticos ya no serán los mismos. «Hablemos más que nunca y lleguemos a acuerdos. Es lo que han querido los burgaleses y las burgalesas y es lo que debemos hacer sus representantes», subrayó.
Lacalle concluyó citando a Baltasar Gracián: «Por los provechos comunes, dejad los particulares». Más claro no pudo ser, ahora falta que la realidad del día a día confirme sus palabras.