Es muy posible que muchas personas compartamos la misma idea sobre la situación en la que se encuentra la humanidad. Me refiero a cómo nos comportamos con nuestros semejantes y con la naturaleza.
Por un lado, las personas nos relacionamos unas con otras de formas muy distintas. A pesar de las cosas buenas que hacemos, encontramos también noticias sobre conflictos de todo tipo: la intolerancia, la falta de inclusión e igualdad, ...
Por otro, en nuestra relación con otras especies de seres vivos, las cosas no pintan mejor. Por ejemplo, aún se piensa que todo lo natural está a nuestro servicio y los animales silvestres parece que molestan.
Esta situación es consecuencia de la polarización de las opiniones asentadas en la posverdad. No obstante, aún podemos intentar recuperar algo de sensatez, que es lo único que puede parar esta escalada de distorsión de la realidad que prima a la impulsividad y a las opiniones personales frente a los datos objetivos y el diálogo. A todo esto sumamos que la ciencia atraviesa una profunda crisis debido a la ola de 'antiintelectualismo' que nos rodea.
Esta pérdida de la credibilidad en la ciencia es muy peligrosa para las cuestiones ambientales. Y por eso no es raro escuchar que la vegetación de los ríos hay que eliminarla, los topillos son soltados desde helicópteros y hay que tener cuidado con los murciélagos, que como salen de noche y la mayor parte del tiempo están colgados, son sospechosos. En general, parece que la vida silvestre amenaza a la humanidad. Este tipo de comentarios por desgracia son más habituales de lo que pensamos y en absoluto son buenos para nuestra relación con el resto de las especies.
Nunca nos hemos preocupado por el medio ambiente tanto como ahora. Pero la realidad es que en muchos campos solo escuchamos el silencio donde antes se oía una sinfonía de gorjeos y tampoco se ven las luces de las luciérnagas en las noches de verano. Tener un espíritu crítico apoyado en la ciencia es un buen comienzo para intentar evitar estas cosas. Si quieres empezar a ser sensato, vive y deja vivir. No lo digo yo, sino el poeta e historiador Friedrich von Schiller (1759-1805), manifestando la necesidad de respetar y ser respetado.