En la capilla de la Funeraria La Paz había varias personas que aún no se creían el terrible final de Francis Frías. Era un padre de familia, un tipo simpático que huía de los problemas, decían entre lágrimas, con rabia contenida. Porque a este joven de 28 años le arrebataron su vida el pasado sábado, dejando huérfanos a tres niños. La resignación y las ansias de justicia se adueñaron ayer de un sepelio al que acudieron decenas de amigos y allegados de la víctima.
«Era muy buena persona. Que yo sepa nunca se metía en líos. Trabajaba para que a los suyos no les faltara de nada», comentaba un conocido de la familia poco antes de que comenzara el funeral. Sus amigos, reacios sin embargo a entrar en lo ocurrido el pasado sábado, insistían en ese papel de buen padre, buen hijo y buen marido. «Duele mucho pensar que unas horas antes hubiera estado hablando con él. Todavía no me creo lo que ha pasado», decía otro de los asistentes al entierro.
El grito desgarrador de su madre antes de que el féretro partiera hacia el Cementerio de San José explicaba por qué casi nadie quería recordar lo ocurrido en el número 168 de la calle Vitoria. «Es el asesino el que tiene que responder, no los que conocíamos a Francis», señalaban algunos amigos visiblemente alterados, conteniendo las lágrimas y la rabia que sentían por la trágica pérdida. Otros, sin embargo, narraban cómo desde el principio trató de evitar cualquier tipo de confrontación en el bar Nueva Tentación, origen de la agresión mortal. «En cuanto comenzaron los problemas se marchó. No entiendo por qué fueron a por él y por la espalda. Creo que ni siquiera se conocían. Como mucho de vista porque frecuentaban los mismos bares», daban su versión algunos asistentes (...).
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