La ciudad de Briviesca no ha dado tregua a las cigüeñas este año y en cuestión de once meses han realizado más de cincuenta viajes bajo encargos muy especiales. Una cifra que destaca por la ilusión de tantas familias que han recibido con los brazos abiertos a los nuevos miembros y por llevar consigo la esperanza de retomar el vuelo y recuperar población en una localidad en la que la caída en picado del censo resulta complicado de frenar y genera cierta preocupación.
El mayor incremento de la tasa de natalidad de la última década gracias, en parte, a la llegada de parejas jóvenes, ha supuesto todo un revulsivo palpable, sobre todo, en la Plaza Mayor. El clásico punto de encuentro entre madres, padres y bebés aglutina a decenas de carritos que no pasan en ningún momento desapercibidos. Muchos de ellos conducidos por responsables hermanos mayores ansiosos por enseñar el mundo a los retoños, o por los orgullosos abuelos que forman parte de la generación del famoso baby boom español (explosión de nacimientos entre los años 1958 y 1975). ¿Quién les iba a decir que sus descendientes serán recordados por lo mismo? Desde luego no se lo imaginaban.
Para las que nacieron o se criaron desde niñas en las calles de la Bien Trazada no resulta nada peculiar que el vecindario se sorprenda al contemplar tanto bebé junto porque han sentido en su propia piel las duras despedidas de los buenos amigos que se mudaron a otra ciudad, o los recuerdos que conservan de aquellos compañeros de pupitre que un día se marcharon a estudiar fuera y no regresaron, o lo hacen cada ciento en viento. Sin embargo, para Jini, Raquel, Mari Lauri, Vicki o Dirian Paola, todas ellas procedentes de otros lugares, resulta bastante llamativo. «La vida no está fácil pero si te paras a pensar demasiado, entonces no tienes ninguno», comenta entre risas Mari Lauri mientras amamanta en un banco acompañada por Raquel, otra mamá, a su pequeño Julen, que mañana cumplirá su primer mes de vida. Ninguna de las dos dispone del carné de primeriza ya que a pesar de sus edades, ambas han formado familias numerosas. En su DNI tampoco aparece Briviesca como lugar de nacimiento. La primera ha residido siempre en Granada hasta que en enero se mudó, y la segunda es de Burgos. Sin embargo, por amor, han echado raíces, al igual que sus pequeños, en la capital burebana. La andaluza asegura que la atención recibida por el equipo médico del centro de salud, destacando el de la matrona, «no ha podido ser mejor», y explica que en sus anteriores embarazos el seguimiento lo llevaban a cabo «diferentes profesionales y no era tan personal un trato tan personalizado».
Tanto ellas como el resto de mujeres que han compartido su historia con Diario de Burgos consideran que la ciudad se «acopla a la perfección a las necesidades de todos los miembros de la familia». Cristina, jugó en la misma Plaza en la que lo hará su pequeña Jimena de aquí a unos años, y estudió en el mismo colegio e instituto en los que matriculará a su primera hija. Se considera «afortunada» al no sentirse «nunca sola, porque cuando no te ofrece ayuda un familiar lo hace un amigo que te encuentras por la calle», declara.
Alba se encuentra en la misma tesitura y con esfuerzo y dedicación educa a sus pequeñas Nica y Briana. Saray dio a luz a su segundo retoño, Lola, a principios de septiembre y confía en que cuando se incorpore al trabajo la conciliación familiar no se convierta en una misión imposible. Su hijo mayor, Mikel, acude a la guardería y gracias a el servicio gratuito instaurado en los dos colegios la nueva etapa es «más llevadera». Por contra, para Raquel sería interesante más «flexibilidad» en los horarios y para Silvia que «incrementaran el número de plazas» en las aulas de 0 a 1 año.
Deine Durán todavía disfruta las 24 horas del día con Dekane y teme que el tiempo pase demasiado rápido y tenga que desprenderse de su bebé. Las quedadas con otras mujeres que permanecen en su misma situación la ayudan a comprender los comportamientos de la niña ya que «la mayoría de las dudas las resolvemos entre nosotras», manifiesta.
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