Dar visibilidad a las inquietudes de los niños y promover la participación de los más pequeños en el municipalismo es uno de los retos que se marcó Unicef al poner en marcha en España, hace ahora una década, el programa Ciudades Amigas de la Infancia (CAI). La iniciativa no era nueva, había tenido precedentes internacionales como el Proyecto Alcaldes Defensores de los Niños en Italia en 1991 o el Coloquio Internacional de Alcaldes Defensores de los Niños en Dakar (Senegal) en 1993, si bien a nivel nacional estas iniciativas no cristalizaron hasta comienzos de octubre de 1993, con la Primera Reunión de Alcaldes Españoles Defensores de los Niños, que se desarrolló en Pamplona.
Actualmente, siete municipios castellanos y leoneses cuentan con el reconocimiento como CAI que otorga Unicef (en toda España son 62), por promover en el ámbito de las entidades locales de forma demostrable la aplicación de la Convención sobre los Derechos del Niño. La primera en sumarse al programa fue Palencia, que recibió la distinción en diciembre de 2006 junto a Granada, Barcelona y Umbrete (en Sevilla), por significarse, «desde tiempo atrás, por sus políticas a favor de la infancia pese a su pequeño tamaño». La capital palentina ya renovó su reconocimiento en 2010 y afrontará una nueva renovación el próximo año, ya que las concesiones se hacen por cuatro ejercicios.
En noviembre de 2008, la siguiente ciudad de Castilla y León en sumarse a la propuesta fue Segovia, que consiguió el reconocimiento a la vez que Madrid, Vejer de la Frontera (Cádiz) y Humanes de Madrid, y que ya renovó su título en 2012. Y dos años después, en 2010, los siguientes municipios de la Comunidad en ser distinguidos por su labor fomentando la participación infantil fueron Villamayor (Salamanca) y San Cristóbal de Segovia (Segovia), entre una veintena de nuevos socios del programa.
El pasado noviembre de 2012 Unicef anunció el nombre de las 16 últimas localidades que, por el momento, se han sumado a la propuesta, entre las cuales aparecen Burgos, Valladolid y Carbajosa de la Sagrada (en Salamanca), concediendo además una mención especial a los municipios de Ávila, León, Lugo, Marbella y Soria por la calidad de sus políticas de infancia y juventud.
Laura, de 14 años, y Eduardo de 11 presumen con orgullo de pertenecer al Consejo de Infancia de Palencia. Hablan de su experiencia como algo muy bueno porque les gusta que se les escuche pero lo que es mejor, que se atiendan sus reivindicaciones. Sólo han participado en un Pleno Infantil y casi les cuesta recordar todo lo que han conseguido. «Yo pedí que se preparen actividades para que los niños de mi edad y algo mayores, hasta los 16 años, no estemos todo el día en la calle y podamos tener un lugar donde reunirnos», cuenta.
«A los niños nos preocupa también la crisis, cómo han subido los precios y que haya gente que no tenga dinero para comer», asegura Eduardo, que defiende que la labor del Consejo de la Infancia «es muy importante porque además de dar a conocer nuestra opinión, nos hace ver las cosas de una manera diferente y darnos cuenta de otras cosas».
Ciudadanos activos. Si hoy el municipio salmantino de Carbajosa de la Sagrada es un poco mejor de lo que lo era hace años, es también gracias a los niños del municipio, porque a través del proyecto impulsado por Unicef se convierten en ciudadanos activos, cuyas ideas se valoran e incluso se convierten en realidad. Lucía González y Mario Luengo tienen 11 y 12 años, pero saben que sus voces críticas tienen cabida en la política municipal, se sienten parte de la localidad donde residen y orgullosos cuentan cómo debido al trabajo de los menores que participan en la iniciativa, hoy se han eliminado barreras arquitectónicas que hacen del pueblo un lugar más accesible, se ha habilitado un parque biosaludable, se han reformado varias calles y se han creado aparcamientos de bicicletas, entre otras cosas.
En Segovia, Ciudad Amiga de la Infancia desde el año 2008, los más pequeños también consideran que sus aportaciones a la ciudad se tienen en cuenta a través del Consejo de la Infancia compuesto por 16 vocales que se reúne dos veces al año. «Nos sentimos escuchados y creemos que nuestras propuestas sí que se tienen en cuenta», explica Ana Grande, joven de 15 años.