El desprendimiento de tierras de la calle de Las Murallas ha revelado la aparición de restos óseos, exclusivamente de animales, y de pequeños pedazos de cerámica sin demasiada trascendencia porque son muy pequeños. En esta ocasión no se ha producido ningún hallazgo mayor, si bien la arqueóloga Fabiola Monzón tiene claro que las laderas del cerro en las que se ubicó al aljama burgalesa ocultan posiblemente piezas que contribuirían a reconstruir mucho mejor la historia de la presencia judía en Burgos.
Volviendo al estudio de Ana Isabel Ortega sobre las excavaciones de los años 90, fue clara en su diagnóstico una vez analizados los restos hallados: «Estamos ante un rico conjunto de materiales cerámicos relacionados con las actividades de la vida cotidiana de la población que vivía en torno a la iglesia de Santa María la Blanca, en la Villavieja, durante la Baja Edad Media. La documentación tardía sitúa en este espacio la judería alta y los restos de hanukiyot confirman esta presencia, aunque con un significado de abandono relacionado con la crisis del siglo XIV, que agudizó las tensiones sociales y políticas contra la comunidad judía».
Arqueólogos e historiadores coinciden en afirmar que se hace necesario un plan director para abordar en profundidad este pedazo de la historia de Burgos; un capítulo importante por cuanto la aljama de la Cabeza de Castilla fue la más importante del Reino después de la de Toledo. Aunque en varias ocasiones se ha manifestado esa intención por parte de quienes gobiernan el Consistorio, nunca se ha llegado a abordar con decisión, como una apuesta seria.