El portal se muda a Covanera

Á.M. / Covanera
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El Club Delfín de buceo vuelve a cumplir la tradición y sumerge un Belén en el Pozo Azul con la promesa de los rallyes Cristina Gutiérrez

Gutiérrez (tercera por la derecha) junto al grupo antes de la inmersión. - Foto: Ricardo Ordóñez (ICAL

Paga el precio de ser de casa, pero el Pozo Azul de Covanera, del que mana parte del agua que alimenta el Rudrón, es algo por cuya compañía pagarían un quintal espeleobuceadores de todo el mundo. Pero ocurre que está aquí, en Burgos, y que sí, que sabemos que el agua sale de una cueva, que el lugar pinta de lujo en fotos domingueras y que más de uno grabó su esquela tratando de desentrañar sus secretos, tan profundos que siguen siendo desconocidos.

Pero resulta que no hay cenote ni cavidad similar en toda la piel del planeta. Es un lugar único, casi místico, que atrae a los aventureros de todo el mundo como la materia oscura lo hace a todo lo demás. Y sí, es realmente bonito, especialmente en invierno (o a las puertas). El Club Delfín, bandera del buceo burgalés y en constante crecimiento, lleva once años reivindicando su existencia, promocionando la provincia y celebrando la Navidad, así, en plan navaja suiza, con un único evento: la bajada del Belén.

Es ya un clásico eso de colocar la representación en el lecho de la cuenca exterior del Pozo, esa cuyo azul intenso le da nombre al paraje y que constituye una idílica puerta que parece seducir a quienes se acercan hasta él. Para subrayar el acto y amplificarlo, hace ya cinco años que se decidió invitar a alguna personalidad que disfrute de la oportunidad de un ‘bautismo’ en un lugar mítico.

Primero fue el exconcejal Diego Fernández por aquello del intento de Burgos 2016, después los olímpicos Esther San Miguel y Diego Ruiz y, el año pasado, el músico Diego Galaz. Ayer le tocó el turno a una socia del Club, Cristina Gutiérrez, a la que se reconocía así el mérito de haberse proclamado campeona de España de Rallyes Todoterreno.

La joven, que de adrenalina sabe algo (sobre todo de controlarla) y que nos contó que prepara la nueva temporada con «un prototipo nuevo de coche que seguro me va a dar mejor resultado», conocía la existencia del Pozo, «pero no de la bajada del Belén», así que aprovechó para estrenarse también en la cavidad y probar su resistencia «sobre todo al frío».

Once grados, esa era la temperatura de las aguas (algo menos afuera) en un recorrido de 250 metros a una profundidad máxima de 15 metros en el que estuvo acompañado de los instructores Raúl Martínez y Juanjo Estébanez, además de los buceadores Raúl Ortiz, Antonio José Miguel y Jorge Pascual. Con Cristina, su copiloto y hermano, Gustavo Gutiérrez.

Insondable

Arroparon la bajada un centenar de personas que se acercaron al Pozo y no pocos buceadores de otros clubes que operaban en la zona. Allí, bajo las banderas internacionales de aviso de inmersión en curso y con la bendición del ya clásico padre Teodoro (82 años y no admite relevo), quedó el Nacimiento hasta el 7 de enero. «Esperamos no tener que candarlo, aunque el año pasado pensábamos que había desaparecido y lo que pasaba es que estaba enterrado», contaba Paco Quesada, tesorero y ayer portavoz del Delfín.

Quesada recordó que el Club, que ya cuenta 80 socios (mucho para una demarcación que no es litoral), ofrece cursos y bautismos gratuitos en piscinas a «los que quieran probar» la experiencia de hacerse pez, empeño en el que busca el apoyo de la Diputación porque son, al tiempo, profetas de las excelencias de la provincia para toda suerte de deportes. «Esto es un icono mundial y tenemos la suerte de que esté en Burgos. No es para que cualquiera se juegue la vida, pero se disfruta mucho de la belleza que tiene», reivindicó del escenario, de cuyos secretos se conocen algo más de 13 kilómetros, y subiendo. Esto sí es, literalmente, un pozo sin fondo, pero es único y no hace falta irse al culo del mundo para bucearlo.