El 3 de junio de 1937 la avioneta en la que viajaban el general Mola y otros cuatro tripulantes se estrelló en el alto de un cerro del paraje burgalés conocido como La Brújula. Ninguno de sus ocupantes sobrevivió al fatal impacto. Un accidente que hubo de cambiar el rumbo de España y que dejó a Franco en el primer puesto al frente del bando nacional. Setenta y cinco años después del siniestro, son muchos los que siguen manteniendo que se trató de una conspiración del generalísimo, aunque es cierto que aquel día la niebla o la mala suerte pudieron ser las principales causas de un accidente que aún se recuerda en la zona.
Alcocero de Mola debe su nombre al fallecimiento del malogrado general nacional Emilio Mola (Placetas, Villa Clara, Cuba, 9 de julio 1887 – Alcocero, Burgos, 3 de junio de 1937). Precisamente fue el propio Franco quien decidió cambiar el nombre de la localidad poco después del suceso, al tiempo que mandó erigir un ‘megalítico’ monumento en la zona del impacto para recordar a quien definió en algunas de sus cartas personales como «un leal compañero de filas».
Un escarpado camino accesible a pie o en coche, si se conoce el terreno, enlaza con el que se presupone como el segundo monumento franquista más importante después del Valle de Los Caídos, en la Comunidad de Madrid. Visible desde las alturas, el monumento que Franco encargó para honrar la figura de Mola y los tripulantes de la nave siniestrada destaca por su grandiosidad y singular volumen.
En su construcción, que duraría varios años y comenzó en 1939, trabajaron presos republicanos y todos los vecinos de Alcocero, quienes recibieron algunos víveres extra o puntos en su cartilla de racionamiento por sus esfuerzos. Pese a la complicada situación de una España muy herida por los desastres de la guerra, el recién nombrado Gobierno de Franco no escatimó a la hora de levantar un millonario monumento a Mola. Muchos españoles morían de hambre en las cárceles y en las ciudades.
Cuatro años después del accidente, quedó concluido y fue inaugurado por el propio Franco, acompañado por las autoridades del momento. Se abría al público un monumento del que la prensa del momento destacó sus cinco arcos de medio punto y las cinco cruces que acompañaban a una torre a la que se podía acceder y divisar el escarpado terreno en el que Mola y sus compañeros de viaje perdieron la vida en un viaje que comenzó en Vitoria y que nunca llegó a su destino, Valladolid.
El paso del tiempo no ha hecho desaparecer el gran monumento franquista, que paradógicamente solo puede verse desde las alturas o in situ, aunque sí que ha cambiado el sentido del mismo. Si en los años 50 este lugar fue objeto de peregrinaciones para honrar la figura de Mola (enterrado primero en Navarra y posteriormente en El Valle de los Caídos), la realidad hoy es bien distinta. Está abandonado a su suerte, saqueado por el paso del tiempo y en el que aparecen símbolos de fuerzas de izquierda con el ánimo de recordar que «Mola fue un asesino», como puede leerse en varias pintadas.
Asimismo, la torre que Franco mandó construir para acercar a su compañero al cielo es hoy una especie de mirador. Tampoco las cruces están en su sitio, han sido eliminadas por quienes entienden que monumentos como éste vulneran la Ley de la Memoria Histórica.
Teoría de la conspiración
El accidente en el que perdió la vida Mola fue visto desde algunos sectores del bando republicano, o incluso de las fuerzas monárquicas, como una conspiración de Franco para alzarse con el poder. Quienes sostienen esta teoría recuerdan que el caudillo pasó en pocos años de ser el tercer general en una dudosa línea sucesoria a ser el primero de la misma tras las muertes primero del general Sanjurjo y después de Mola, ambas en accidentes de avión.
Julio César Rico, periodista burgalés y conocedor de esta teoría, considera que «los aficionados a las conspiranoias hablan de que las muertes de Sanjurjo y de Mola estuvieron instigadas por Franco para eliminar a dos rivales. Al menos la segunda no quedó demostrada y dos años después levantó este enorme monumento en el que empleó a represaliados políticos, al estilo de tantos otros monumentos franquistas».
En esta misma línea, algunos historiadores han afirmado que justo el día antes de que Mola perdiese la vida había mantenido una acalorada discusión telefónica con Franco después de que Mola le indicase a su interlocutor su intención de abrir una investigación sobre el bombardeo de la Legión Cóndor sobre la población de Guernica. Un asunto que, dicen, encolerizó a Franco, quien temió que esa investigación pudiese enfrentar sus, por entonces, buenas relaciones con Hitler.
Conspiración o no, la prensa del momento, concretamente el semanario Política, recogió a los pocos días de la muerte de Mola que éste contaba con el respaldo del Gobierno nazi para desplazar a Franco hasta dejarlo en segundo lugar. «Quizás esa fue la razón por la que Franco se cuidó de construir un monumento que da que pensar; está apartado del pueblo y no se ve desde ningún punto de la carretera, ni siquiera desde la vía secundaria que va desde la N-I hasta Villafranca», indica Rico.
Conspiración o negro azar, la muerte de Mola impidió una investigación sobre el bombardeo en Guernica, lo que propició la conquista del norte por parte de los rebeldes y un fulgurante ascenso de Franco, dueño durante los 40 años siguientes del destino y los pasos de España.