El reloj marcaba ayer las 16:15 horas cuando la espadaña de la iglesia de Loma de Montija se derrumbó y quedó reducida a escombros. Desde este pueblo de la comarca de Merindades eran conscientes del mal estado que presentaba esta parte del edificio, que no ha podido soportar el agua y el fuerte viento de los últimos días, y ahora no queda más remedio que pensar en cómo levantarla cuanto antes.
«Justo estaba por allí un señor en el momento que se cayó y gracias a Dios ha pasado lo menos que podía pasar, si llega a ocurrir unos segundos antes le había pillado», explica Alejandro Ruiz, el párroco. En cuanto le avisaron del desplome se acercó inmediatamente hasta el lugar y realizó las pertinentes llamadas para resolver el problema. El domingo estuvo allí oficiando la misa y ya se temía lo que finalmente ha acabado ocurriendo. «Estaba muy mal», confirma. Todos los vecinos sospechaban que más pronto que tarde iba a suceder.
Esta zona se encontraba en muy malas condiciones desde hace bastante tiempo y las lluvias de estas últimas jornadas «lo ha rematado», dañando especialmente a los materiales y generando este impresionante derrumbe. Y otro de los milagros en este caso ha llegado con que las dos campanas tampoco se rompieron a pesar del fuerte golpe contra el suelo. Son del año 1903 y reflejan esa «historia y tradición» de este pueblo con 67 empadronados. Rápidamente se guardaron y se pusieron a salvo para evitar que las robaran.
La espadaña pertenecía a finales del siglo XIX y no ha afectado a la parte del templo de la iglesia de Santa María puesto que esta se trata de una construcción anterior, del siglo XVIII. «Está pegado pero no ha afectado a la estructura, ha caído todo hacia la zona oeste; la escalera de caracol y las vigas han impedido que el derrumbe fuera sobre la iglesia», manifiesta el párroco. A finales del siglo XX se cambió el tejado de la iglesia y se quitó otro de la espadaña, por lo que eso «ha provocado que el agua se vaya filtrando».
Las campanas de la iglesia de Loma de Montija se guardaron rápidamente tras el derrumbe para evitar que las robaran. - Foto: José Ramón Ibáñez LancharesContaba con una altura de entre seis y ocho metros, mientras que gran parte de los materiales empleados tenían muy poco valor. Todo ha quedado «completamente inservible» y ahora se deberá analizar si algo de lo que hay tirado en la calle se puede salvar todavía (...).
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