Para algunos será siempre el Lope de Vega del Ministerio del Tiempo, por más que antes y después acumule decenas de trabajos, desde que hizo de hermano de Sergio Peris-Mencheta en Al salir de clase. Otros lo conocerán por sus papeles en el cine, como el que interpreta en la premiada La espera, o el más reciente en La infiltrada. Pero dada la polifacética carrera de Víctor Clavijo, habrá también quien le haya visto poniendo voz a Lorca junto a Pasión Vega, narrando historias -reales o no- en RNE, recitando poesía, hay quien sabrá de él por sus fotografías y sus doblajes o, por supuesto, quien le haya visto sobre las tablas, a las órdenes de Andrés Lima, Tamzin Townsend, Eduardo Vasco o Peris-Mencheta.
La celebración del Día Mundial del Teatro le trajo ayer a Burgos, ciudad en la que es probable que de aquí en adelante le veamos alguna que otra vez por cuestiones personales. Y de eso, de su oficio y de su trayectoria habló minutos antes de leer el manifiesto en la sala Polisón. «Mi vocación es esta desde los 15 años», rememoró, recordando también que empezó a estudiar Derecho porque sus padres «querían que hiciera algo con más salidas, a priori».
Conciencia de actor, como tal, la tuvo «cuando empecé a darme cuenta de que vivía de ello sin demasiados altibajos». «No hubo un momento en el que sintiese la epifanía de, ¡Dios mío!, ya soy actor», bromea. En un momento dado sintió que era su oficio «porque en caso de tener mala suerte no me planteaba ser otra cosa».
No hubo un momento en el que sintiese la epifanía de ¡ya soy actor'! Lo fui al darme cuenta de que vivía de ello sin altibajos»
No ha sido el caso dado que desde los 23 años, cuando participó en Menudo es mi padre, con El Fary, ha ido enlazando un trabajo con otro. «Soy un privilegiado. Soy consciente porque es una profesión en la que hay un 93% de paro. Solo un 7% vive de su oficio».
Actor de cine, teatro y televisión, ha vivido en sus carnes la trascendencia de unos premios como los Goya (que no ha ganado) frente a los de la escena (tiene 8 de la Unión de Actores), mucho menos reconocidos. «Hay mucho mundo más allá del cine», repasa, sin obviar que el séptimo arte le ha brindado grandes papeles. «Del cine me gusta la profundidad que permite lo audiovisual, el terreno de lo que no se dice, de los silencios y las miradas. El teatro es donde los actores forman familia, eres dueño del trabajo sobre el escenario y no hay trampa ni cartón; está el riesgo del directo pero tienes el apoyo de la compañía. La televisión estaría un poco a mitad de camino, solo que tiene la capacidad de ser el medio que llega a más gente, sin duda».
Pero es el teatro lo que ahora lo tiene ocupado, volviéndose a poner a las órdenes de Peris-Mencheta en Blaubeeren, que estrenará en junio: «Es una obra que habla de un álbum fotográfico que apareció en la primera década del 2000. Era un álbum único porque retrataba el día a día de los oficiales nazis de Auschwitz. Yla obra recoge un poco toda la investigación que hay alrededor de ese álbum y pone de relieve la frivolidad con la que vivían el exterminio estos oficiales».