Las paredes de la casa de la familia Riaño-Gutiérrez son cidianas no sólo porque su vivienda se ubique en Vivar del Cid, sino porque entre ellas se encuentran toda serie de manuscritos y trabajos que ponen de manifiesto el empeño y dedicación que Timoteo y Carmen han desarrollado durante los últimos cuarenta años con el ánimo de destronar la teoría de que el ‘Cantar de Mio Cid’ fuese una obra anónima como reza en los libros y en los anales de Literatura. Tras décadas de empeño, miles de horas de trabajo y no menos esfuerzo, Carmen Gutiérrez, viuda de Timoteo Riaño -que falleció hace unos meses-, saca a la luz la publicación que determina que el autor de una de las obras más celebres de la literatura castellana fue un clérigo con raíces burgalesas.
La vida de Carmen ha estado dedicada por completo al estudio del ‘Cantar’ desde que obtuviese su plaza en la UBU con una tesis dedicada al estudio de la célebre obra. Sin embargo, lo que en un principio comenzó como un estudio «obligado y sin importancia», se convirtió pronto es una «sana obsesión» a la que Timoteo y Carmen empeñaron los mejores años de su vida.
«Todo empezó hace 43 años», recuerda Carmen. Su excelente memoria le permite echar la vista atrás y transportarse hasta el Burgo de Osma a la que fueron trasladados ella y su marido tras aprobar una oposición como profesores de instituto. «Nos casamos ese mismo año y nos fuimos a vivir al Burgo donde pasamos parte del verano en una especie de segunda luna de miel metidos en el sótano de la Catedral escrutando centenares de documentos sobre la figura del Cid y El Cantar».
Corría el año 1978 cuando la familia Riaño-Gutiérrez se establece, «por casualidad», en la cuna del Campeador, Vivar del Cid. «Las rentas de la capital eran muy altas y como nos trasladaron a Burgos decidimos comprar una casa en Vivar», recuerda Carmen. Empezó entonces una triple tarea, la de compaginar la docencia, las tareas domésticas y la incesante investigación sobre el Cantar. «Nos trajimos todos los documentos que habíamos encontrado en los quince años anteriores», recuerda, «y comenzamos la labor más delicada, pasarlos todos a un libro». De este modo, Timoteo y Carmen vieron cumplido uno de sus sueños, el de transcribir el Cantar en base al texto estudiado por Menéndez Pidal, al que, «sin ánimo de ofender quisimos corregir». La transcripción de la obra les llevó alrededor de tres años. Respetaron letra por letra y perfeccionaron algunas de las cuestiones que no supo ver Pidal, hecho que los estudiosos valoraron muy positivamente y que lleva a la Biblioteca Cervantes Virtual a incluir la obra en su web por su «exactitud».
Per Abat. Demostrar que Per Abat es el autor, y no el copista del Cantar, fue el principal reto de la investigación. «El nombre de Per Abat aparece por primera vez en un documento de 1220 en el que el clérigo ofrece unas casas de Fresno de Caracena a la Catedral del Burgo. Este documento fue el que nos puso sobre aviso de que este hombre podía ser el autor». Investigaciones posteriores demostraron que ese Per Abat era un clérigo con un profundo conocimiento de la zona que tenía grandes conocimientos de teología «como se refleja en el Cantar».
«Era un hombre culto, que había estudiado Teología en la Universidad de Palencia con Santo Domingo de Guzmán y que probablemente había nacido en Gumiel de Izán, donde le dejaron en herencia una casa». «Reúne todos los requisitos para dejar de hablar y afirmar que fue el autor de la obra», argumenta Carmen
Del año 1207
La Biblioteca Nacional y la de la Real Academia de la Historia fueron otros destinos habituales del matrimonio. Allí, entre otros, descubrieron la vida de un Rodrigo Díaz que poco o nada tiene que ver con el que se narra en el Cantar, «que se casó con dos ‘Jimenas’ y, además de dos hijas, tuvo un vástago al que llamaron Diego».
Pero el principal resultado de las investigaciones, y de «veranos enteros sin vacaciones», fue hallar la fecha de creación del Cantar y la autoría del mismo. Los estudios consideran que se escribió en 1207, partiendo de la base de que el texto original se encuentra fechado en la era de 1235. «Todas las fechas que empiezan con la palabra era hay que restarlas 38 años por la era cristiana, por lo que fue escrito en 1207».