Sorolla ilumina la Catedral

I.L.H. / Burgos
-

La reabierta y remodelada sala Valentín Palencia cuelga 32 lienzos del pintor de la luz y de sus paisanos de entre siglos. Este evento sirve de estreno a la Fundación Consulado del Mar

El comisario, Pablo González Tornel, guio a los presentes por la muestra. - Foto: Miguel Ángel Valdivielso

Con el público dejando pequeño el claustro bajo de la Catedral donde se dieron los discursos quedó patente la expectación que la obra de Joaquín Sorolla despierta un siglo después de su muerte. Aunque ayer, es verdad, había también otros motivos para celebrar la muestra. Por un lado sirvió de reapertura de la sala Valentín Palencia, que se ha reformado con tecnología puntera para acoger las exposiciones más exigentes, y por otro fue la puesta de largo de la Fundación Consulado del Mar, que se estrena inaugurando esta exposición organizada junto a la archidiócesis y el Cabildo y patrocinada por la Junta con la colaboración del Ayuntamiento y la Diputación.

La expectación y admiración por la obra de Sorolla hoy, como recordó el comisario, Pablo González Tornel, no la tuvo el pintor en su época. «Sorolla no gustaba a los intelectuales del siglo XIX. La Generación del 98 veía una España negra y no podían coincidir con la España de luz y color que veía Sorolla, que pintaba a la gente feliz», apuntó el director del Museo de Bellas Artes de Valencia. El pintor, que había sido copista en el Prado, admiraba a Velázquez y a Goya «porque pintaban sin miedo a lo que veían». Y eso es lo que hicieron él y los pintores valencianos de la época.

Pintar sin miedo. Joaquín Sorolla y la Valencia de 1900 reúne 32 lienzos del pintor que hizo de la luz bandera y de aquellos paisanos con los que compartió escuela como Joaquín Agrasot, Ignacio Pinazo, Antonio Fillol o Antonio Muñoz. «Lo que hicieron fue pintar con sinceridad», añadió Tornel. «En esta exposición transitan tres géneros: el retrato, el paisaje y la pintura costumbrista. Y están todos hilvanados. Reconocerán a Sorolla, pero verán que se parece a otros pintores menos conocidos», añadió.

De él están los retratos que realizó a los suyos, escenas campestres, paisajes del norte y, además del Mediterráneo, la luz de mar de San Sebastián. Destacan, además, cuatro de los cuadros que realizó durante sus visitas a Burgos: dos estampas de la Catedral nevada, otro del templo gótico y una procesión por su interior, el óleo más pequeño de la muestra pero igual de grande y espectacular que los demás.

(Más información, en la edición impresa de este jueves de Diario de Burgos o aquí)