La demora en los Jardines de don Diego ya ha cerrado 3 locales

I.M.L. / Aranda
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Los que aguantan temen que se vuelvan a incumplir plazos y los vecinos de esta zona de Aranda están hartos de las molestias

La escasez de comercios y las molestias de las obras provocan que la acera sur de los Jardines esté casi siempre desierta. - Foto: I.M.L.

Hace un año que comenzaron los trabajos de reforma de los Jardines de don Diego en la capital ribereña y tanto los negocios como los vecinos de la zona están sufriendo las consecuencias de unas obras que se alargan como poco hasta noviembre. Si en los primeros seis meses de este periodo de tiempo los comercios que ocupan la acera sur de este céntrico enclave, la más afectada por este profundo lavado de cara, ya registraban un bajón en sus cajas del 40% del negocio habitual, esa merma se ha traducido en el cierre de tres comercios.

Un bar, una agencia de viajes y una tienda de ropa han echado el cierre en los últimos meses ante la reducción de la clientela. «Antes, con las pasarelas, era una aventura venir hasta aquí, y ahora tampoco está mejor porque no sabes por dónde te va a tocar venir», relata Sergio Calvo, del bar La Milla, que resiste a pesar de que «aunque tengamos esta acera terminada, la gente no viene más porque no se arriesgan a dar toda la vuelta», por lo que el volumen de negocio no se ha recuperado.

En esa misma acera sur ha abierto un local en las últimas semanas, una notaría. De ella sale Francisco Izquierdo, al que no hace falta preguntar para que transmita su malestar por las obras. «Estoy con unos papeles de herencias y es la tercera vez que me toca venir; nunca sé por dónde voy a poder pasar, si no estuviese obligado ¡aquí no me pillan!», proclama indignado. Un vecino que pasa a su lado asegura que él haría lo mismo, pero que está obligado a pasar por ahí. «Nunca nos informan de qué tramo van a cortar, ni cuándo nos vamos a quedar sin agua, vale que las obras son molestas, pero llevamos meses aguantando que se nos trate como un cero a la izquierda», se queja Pepe González de camino a su casa.

Estas obras, y sus consecuencias, son el tema de conversación en cualquier corrillo que se forme en esta zona. «Yo casi no puedo ir a comprar porque necesito el carro y no sé si lo voy a poder llevar», lamenta Maite Redondo, que se suma al coro de quejas de vecinos y paseantes. «¡Y quita que no nos vuelvan a retrasar la fecha para acabar, porque yo no veo a mucha gente trabajando!», verbaliza Redondo haciéndose eco de otra queja generalizada entre los comerciantes y los vecinos de la zona. 

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