Santa Gadea del Cid volvió a deslumbrar, y lo hizo, de nuevo, gracias a sus vecinos. Su trabajo, su cariño y su esfuerzo por sacar adelante una obra de teatro se vio recompensado con los sonoros aplausos del público, que no faltó a esta cita anual pese a las altas temperaturas registradas ayer. Los setenta actores que interpretaron La venganza de los juglares dejaron muy claro que cuando hay unidad es mucho más sencillo hacer realidad un proyecto de esta envergadura. Durante una hora y media, en Santa Gadea del Cid solo hubo ojos para su plaza. Aprovechando la estética medieval de este bonito pueblo, allí se desarrolló esta obra de teatro en la que no faltaron ni la música de la época ni los caballos.
El guión, de por sí, prometía emocionar al público, y a ratos lo consiguió. Porque era difícil no emocionarse con la trama. La localidad regresó al siglo XII, cuando un noble amenazaba con subir los impuestos a la población. Éstos se rebelaron y él, como escarmiento, juró matar a todos los menores del pueblo. Gracias a un fraile y a otro noble de la localidad, los niños consiguieron huir a otras tierras. Dos décadas después, regresaron convertidos en juglares para tomarse su venganza.
La obra, escrita por la propia directora, Susana Ortiz, tiene su base en una sociedad feudal medieval de los siglos XII y XIII. Pese a que el argumento es ficticio y no tiene nada que ver con el pasado de Santa Gadea, ella ha tratado de «encadenarlo con la historia real de la época».
El primer día juntos
El resultado, un año más, fue espectacular, teniendo en cuenta que todos los actores son amateurs, vecinos de Santa Gadea que ofrecen su tiempo de forma desinteresada para participar en este proyecto. Los ensayos comenzaron a finales de mayo y desde entonces han ido ganando intensidad. Dado que algunos de los participantes no residen en el pueblo de forma permanente, los preparativos se han concentrado en estos dos últimos meses. Y lo más curioso de todo es que hasta ayer, día del estreno, no habían coincidido todos en los ensayos. Pese a estas dificultades, la directora reconocía que les pueden más «las ganas y el esfuerzo». «Estamos todos muy orgullosos de lo que hacemos», decía.
Son ya seis los veranos que la Asociación Fuerza y Honor prepara una obra de teatro y cada vez los menores ganan protagonismo. Ayer fueron treinta niños los que, vestidos con indumentaria medieval, realizaron un digno papel en las calles de Santa Gadea. «Ellos piden tener más protagonismo, pero es que además se lo trabajan», decía Susana Ortiz. Frente al chaval más pequeño, de solo tres años, también vimos a la mujer de mayor edad, una vecina octogenaria. Diferencias que se complementan a la perfección en el desarrollo de la obra y que hacen posible que se cumpla uno de los objetivos de esta representación: unir a diferentes generaciones en una actividad común. «Se consigue que nos conozcamos todos, nos relacionemos, tengamos más confianza, y eso al final es positivo para el pueblo», valoraba la directora.
Uno de los protagonistas de la tarde de ayer fue Don Navar, uno de los ‘malos’ de la trama. El papel lo interpretó Íñigo Urruchi, un joven que hace ya unos años asumió el mismo papel cuando el colectivo llevó a escena esta misma obra. Dejando a un lado los nervios, reconocía que estaba «muy contento» con su personaje pese a que la directora había decidido cambiar los diálogos, lo que le obligó a memorizarlo todo de nuevo. Meterse en el papel, decía, ha sido fácil pese a interpretar a un ‘malo malísimo’. «Por mi tono de voz y por mi físico me pegan estos personajes y me es más fácil meterme en un personaje malo. Con los buenos me cuesta algo más», reconocía.
La crisis, muy presente
La actual coyuntura económica también les afecta y por el camino, hasta llegar al estreno, se han encontrado con muchas dificultades para alcanzar los 3.000 euros de presupuesto que aproximadamente ha costado desarrollar la obra. Las ayudas y subvenciones han escaseado y por eso les fue imposible instalar, como el año pasado, unas gradas para que el público pudiera ver cómodamente el espectáculo. La alternativa económica era poner sillas, y así fue como mucho de los asistentes pudieron seguir el desarrollo de la obra. A otros muchos, en cambio, no les quedó más remedio que quedarse de pie.
En paralelo, también se organizó un mercado con varios puestos de artesanía y por la noche, todos los actores y el resto de vecinos y amigos compartieron una divertida cena medieval, tal y como han hecho en citas precedentes.