«Al hablar de la invasión, a veces falta imparcialidad»

GADEA G. UBIERNA
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El fotoperiodista Diego Herrera dio ayer una charla en el MEH titulada 'Documentar la guerra', en la que relató su experiencia en Ucrania y también reparó en un conflicto olvidado: Armenia

Herrera estaba en Ucrania, en el Dombás, cuando comenzó la invasión y, desde entonces, ha pasado más tiempo documentando la guerra que en España. - Foto: Valdivielso

El fotoperiodista Diego Herrera (Bilbao, 1991) tiene razones para sacar pecho en lo profesional: ha vendido fotos a grandes cabeceras internacionales en su primer conflicto internacional, que está siendo la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Pero lo cierto es que lamenta que su trabajo haya obtenido de esta manera, a causa de una guerra, la repercusión que perseguía. Y admite con humildad que en sus largas temporadas sobre el terreno -este año ha pasado más tiempo allí que en España- no se quita el miedo del cuerpo. A veces, tras días de mucha acción, incluso se sorprende de haber sobrevivido. 

Y eso que en el Dombás, la región en la que más tiempo ha pasado, ya es capaz de distinguir si un bombardeo tiene salida «en la parte rusa o en la ucraniana» y si está cerca o lejos. Este último detalle es el que permite calcular cuánto puede tardar en buscar refugio. Porque 'Documentar una guerra' no es un juego de héroes y, precisamente, ese fue el título de la charla que dio ayer en el Museo de la Evolución Humana (MEH), con presentación del director de La 8 y de Onda Cero en Burgos, Israel Pascual.

Herrera, graduado en Comunicación Audiovisual por la UBU, atendió a Diario de Burgos antes de la conferencia sobre su primera experiencia de guerra, en la que ha contado con tres grandes bazas a su favor: ya estaba en el Dombás cuando empezó la invasión en febrero (y también había pasado allí una temporada el año pasado), había ido con su coche y, sobre todo, habla ruso. Lo aprendió en un voluntariado en Moldavia y, después, practicó algo en otro voluntariado en Armenia. Ahora, le ha permitido acceder a puntos clave con más facilidad que a quienes necesitan traducción y acompañamiento sobre el terreno. 

De hecho, ha documentado la invasión en todos los escenarios importantes: «Empecé en el Dombás antes del comienzo, cuando ni la sociedad civil ni los soldados sobre el terreno esperaban esta invasión. Luego fui a Kiev, que en ese momento era lugar clave porque se creía que iba a caer en pocos días; estuve en Irpin; en la matanza de Bucha; en Járkov, que es una ciudad constantemente bombardeada; de ahí paso a Zaporiyia; estuve también en Mariúpol, cuando los civiles salieron de [la acería] Azovstal y donde pude acceder a un hospital militar; y, la última parte, en el Dombás, que era una zona que ya conocía por haber estado el año pasado. Y ahí cubrí las evacuaciones, que, aunque a cuentagotas, son continuas».

Esta es la región fronteriza con Rusia y donde más dividida ha estado siempre la población, sobre todo a partir de 2014, cuando el Euromaidán [revueltas populares que obligaron a dimitir al entonces presidente, Víktor Yanukóvich, prorruso] generó protestas filorrusas en esta parte de Ucrania que desembocaron en un conflicto armado -simultáneo a la adhesión de Crimea por parte de Rusia- y latente hasta el comienzo de la invasión, el pasado 24 de febrero. 

En todo este contexto se detuvo Herrera, porque es imprescindible para entender algo de lo que está sucediendo hoy en Ucrania, aunque en la información que se difunde en Occidente no siempre se tiene en cuenta. Y, de hecho, el fotoperiodista no duda al contestar que «la invasión es injustificable se mire por donde se mire, pero me parece que, a veces, falta cierta imparcialidad al hablar del conflicto. Faltan las razones por las que Rusia ha atacado a Ucrania; decir que Putin 'está loco' y que 'es como Hitler' no es un argumento y esto [la invasión] no surge así porque sí». Y la realidad, añade, «es que en el Dombás la población estaba dividida. Y también que esta parte del país siempre ha estado algo más abandonada, económicamente».

Medio año después de que ese malestar arrastrado eclosionara en una guerra, la población que aún permanece en el Dombás sigue viviendo en los sótanos. «Igual salen a comprar o a pasear a una mascota, pero nada más», dice Herrera, destacando que «en general, la población está cansada». Y no solo por el riesgo vital cotidiano, sino porque «como aquí, ha habido alza de precios en todo y los salarios allí son mucho más bajos». Y en el ejército, dice, «la moral también ha bajado un poco».

A medida que el conflicto se prolonga, también disminuye la cobertura mediática. Porque el interés decae, pero también porque «cada vez es más difícil el acceso a la información». Pero el fotoperiodista tiene claro que volverá a Ucrania, seguramente a mediados de octubre, tras un par de meses de descanso en España. «Emocionalmente estoy más o menos bien, pero cuando vengo aquí y veo la vida normal pienso que podría sucedernos lo mismo. O pienso en esa hija que ha perdido a su madre o en todo lo que has visto. Hay cosas a las que la cabeza se te va, aunque no quieras». Pero lo tiene claro, ha de seguir documentando la guerra.

«A los armenios se les ha abandonado». Diego Herrera habló ayer de dos conflictos armados con ciertas similitudes, pero antagónicos en cuanto a interés y respuesta internacional:Ucrania y Armenia. Sobre la situación actual en el primer país hay miles de titulares en varios idiomas; sobre el segundo son más bien contados. 

«La situación en Armenia es igual de injusta que en Ucrania, con la diferencia de que en Karabaj -el terreno en disputa con Azerbaiyán- vivían armenios, porque históricamente había sido armenio», explica Herrera, destacando que, sin embargo, «Europa no dijo nada: se les ha abandonado». Y eso, añadió, que «Azerbaiyán se sigue metiendo y cortó una vía principal con Irán».

Herrera estuvo en Armenia hace un año, cuando lo grueso del conflicto había terminado, para retratar las secuelas: heridos y desplazados.