«Ser monitora es uno de esos trabajos que hay que sentirlos»

DIEGO PÉREZ LUENGO / Burgos
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Trabajos de verano (II) | Claudia Martínez, monitora. Los campamentos a los que iba de niña la acabaron conquistando. Ahora los vive desde el otro lado y reconoce que nunca se lo ha pasado mejor

En los campamentos se crean unos vínculos muy fuertes con los niños y el resto de compañeros, asegura Claudia Martínez. - Foto: Sara Ibáñez

Los niños son la esencia del verano. Sus ojos se encargan de recoger en la retina escenas que se quedan grabadas para toda la vida y que, conforme se van haciendo mayores, las convierten en gotas de nostalgia. Claudia Martínez fue niña. De esas que en cuanto junio se despedía dando carpetazo a las clases, se ilusionaba con una semana en la que vivía una experiencia que la iba a dejar huella para siempre. Los campamentos a los que acudía la acabaron conquistando de tal modo que lleva tres años decidiendo acudir como monitora y reconoce que nunca ha disfrutado tanto como a cargo de los más pequeños.

Su trabajo se extiende también a lo largo del curso, donde en el colegio Blanca de Castilla participa con cerca de 200 niños en múltiples actividades. Pero con la llegada del verano ese grupo se reduce cuando hay que cargar las mochilas. «Es especial porque te llevas, de todos los que somos habitualmente, solo 30 o 40 niños y con ellos creas un vínculo mucho más fuerte». 

Aunque no solo es reforzar los vínculos con la gente que conoces, también es abrirse a descubrir muchas otras personas. «Este año hemos coincidido con 180 niños llegados de varios puntos de España, desde Galicia, Badalona, Sevilla o Elche», cada compañero se convierte en una oportunidad de conectar, de deshacer capas y poder transformarse en un nuevo amigo. «Yo coincidí hace años con gente de otras ciudades y a día de hoy siguen siendo buenos amigos», declara Martínez.

Cuando la preguntas por qué es lo mejor de ser monitora no duda en decir que es «hacer piña con los más pequeños porque al final te acabas volviendo uno de ellos» y añade que su trabajo «tienes que sentirlo porque en el momento en el que tú no lo sientas no te lo vas a pasar bien». No niega que hay días que se hace duro pero siempre que necesita un empujó encuentra la inocencia de los pequeños para seguir adelante. «Ellos no notan que estás mal, te invitan a jugar, te hacen reír y te alegran el día».

Los campamentos en los que participa son los de Alcor y cada campaña suponen una aventura diferente. «Llevan siendo tres años en Carrión de los Condes pero nunca es igual porque se van eligiendo temáticas distintas y eso lo hace especial». El ritmo que llevan es agotador y las horas de sueño muchas veces no son las que deberían para poder soportar la carga de actividades que tienen. «Siempre estamos haciendo algo. Hay días que vamos a la piscina, otros que hacemos deportes y ha habido ocasiones en las que incluso hemos probado a hacer piragüismo o tiro con arco». 

Con ese plan siempre apetece ir de campamentos, aunque en este caso no importa tanto el planteamiento si no la gente que te rodea para hacerlo, y en ese aspecto Claudia Martínez no lo cambia por nada.