El monasterio Mater Eclesiae, donde ha anunciado Benedicto XVI que se retirará una vez que deje su cargo de papa, estuvo dirigido desde octubre de 2009 y hasta hace tres meses por la burgalesa Begoña Sancho, una parlanchina monja de la orden de las Salesas, de risa fácil y enorme dulzura. Mater Eclesiae es prácticamente una novedad dentro de la Iglesia Católica porque fue fundado en 1994 por Juan Pablo II, sorprendido por la paradoja de que en el Vaticano no hubiera un cenobio de clausura «para rezar por la Santa Iglesia». La propia hermana Begoña, que estuvo allí acompañada de otra burgalesa, María Paz, lo explica muy claramente: «Es una modalidad muy nueva y muy particular por la que, primero cada cinco años y después cada tres, nos hemos ido turnando diferentes órdenes religiosas: clarisas, carmelitas, benedictinas y salesas».
El hecho de que la eligieran a ella como superiora -en Burgos no lo es- lo califica como casual y asegura que la experiencia ha sido «impresionante de verdad» pero no porque cambiara en algo su vida, ya que la dinámica era la misma que había llevado hasta entonces en su edificio de la calle Barrantes sino porque «toda la oración era ofrecida por el Santo Padre». A veces, incluso, le hacían arreglos en las sotanas y tenían mucho contacto con él en las fiestas: por su cumpleaños y Navidad le preparaban dulces. Las visitas no fueron muy frecuentes, solo en una ocasión Benedicto XVI se acercó a Mater Eclesiae pero cuando se despidieron, ellas fueron las que se llegaron hasta la sede papal a decir adiós.
«ESTOY ENCANTADA»
Begoña Sancho dice -con una sonrisa que no le cabe en la boca- que le «encanta» que el Papa haya elegido su monasterio como lugar de retiro: «Al final, cuando nos despedimos de él nos dijo ¿qué va a hacer ahora el Papa sin vosotras? y le dijimos que siempre íbamos a rezar por él estuviéramos donde estuviéramos porque él confía mucho en la oración y la valora tanto que por eso quiere trabajar ahora de otra forma por la Iglesia y esa forma es orando».
También cuenta que después de las salesas iban a ir otras monjas pero que esto es algo que nunca se produjo. Por el contrario, el edificio se quedó vacío y comenzaron obras de acondicionamiento debido a que había humedades en el suelo. Begoña cree que no fue porque ya se pensara en la futura dimisión del Pontífice: «Yo lo viví directamente y pienso que no eran esos los planes pero Dios, que es el que lo ve todo, sí los tenía, veía que iba a pasar todo esto y dijo que este monasterio se tenía que quedar libre».
Esta vivienda es sumamente sobria y austera. Heredada de Radio Vaticana, apenas tiene 12 habitaciones que ahora ya no serán ocupadas por ninguna orden religiosa sino por el personal que acompaña a Ratzinger, con quien esta salesa aún tiene contacto telefónico muy a menudo y a través de quien le traslada mensajes: «A veces les digo algo y me contestan que se lo comentarán durante la comida o durante la cena».
EL MAYORDOMO TRAIDOR
También tuvo la oportunidad de conocer al mayordomo ‘traidor’, el famoso Paoleto, acusado de filtrar a la prensa documentación privada del Papa, pero comenta que nunca le dio mala espina: «Cuando nos enteramos no nos lo podíamos creer, menudo disgusto. Un día vino a nuestro convento con sus niños y parecía una familia normal. Esto al Papa le minó mucho porque le quería como a un hijo, iba a misa con él y a todos los viajes, mejor no podía estar ¡y que le haga eso!».
La hermana Begoña Sancho dice que Benedicto XVI ha sido un papa al que no se le ha conocido mucho: «¡Es impresionante! Te coge las manos, te mira a los ojos con una bondad y una cosa... El último día el secretario quería entregarle un rosario para que nos lo regalara pero él estaba a lo que estaba y no se enteraba, se interesaba mucho por su interlocutor, en ese momento era yo, mí me llamaba por mi nombre, ‘Madre María Begoña, ya sé que ahora vuelve a Burgos’, me decía...».