Muchos años después de acudir cada uno de enero -primero de la mano de su padre y después, por su cuenta y ya hecho un mozalbete- a aquella singular reunión de amigos que cantaban coplillas deslenguadas e irreverentes en bares diferentes de la Cabeza de Castilla (el Miraflores eterno de los Barriuso, el Iturriaga -luego Nervión-, etc.), Miguel Ángel Salinas, también conocido como 'Chavis', regresó al Suelo Bendito.
Ya tenía mucha 'mili' encima este burgalés de pro, amante y bibliófilo de cuanto tenga relación con la Tierra Sagrada; tanto se leía en su hoja de servicios, que hasta tenía anotada la huella, como su buen amigo Eugenio, de aquella larga estancia en Sidi-Ifni, que para entonces ya no era ni colonia española. Regresó Salinas a su Burgos del alma y nada le costó volver a llenarse de ese mundo castizo de tradición castellana.
Reconocido entre sus mayores como fiel hijo de su padre, fue instado a seguir el buen camino, aquel por el que su progenitor había caminado en franca camaradería, y no tardó nuestro protagonista en frecuentar tan similares ambientes como sanas costumbres. Ninguna tan especial y diferente como 'La Pascuala', inspirada en una Zarzuela bien castiza y canalla, que se hace lenguas de una mujer arrabalera y bruja, una elementa de aquí te espero, malhablada y descarada.
Hete aquí que Salinas, como imbuido del espíritu de quienes le precedieron en la voz cantante, introdujo una novedad que este año cumple 25 inviernos: la de entonar (declamar, recitar, proclamar) unas tonadillas jocosas, unos ripios mordaces que retraten lo acontecido en el año recién extinguido. Con mala leche pero buen humor. Zahiriendo pero sin hacer sangre. Todo sea por las risas del personal, por que la gente empiece el nuevo año en un ambiente festivo, divertido, alejado de toda grave solemnidad, que hace envejecer prematuramente.
Confiesa 'Chavis' que le encanta el asunto. La cita, este año, después de los emplazamientos históricos que incluyeron del Boston y el Victoria, será en El Jaleíto, en ese pasaje mágico que une el ilustrado Espolón con la plaza del Rey San Fernando. Ha afilado la pluma, como acostumbra, este taurino confeso, entusiasta de la vida, irredento seguidor de la alegría como una manera de estar en el mundo; no quiere anticipar verso alguno, por aquello de la sorpresa, pero en su libreta de apuntes están Sánchez, Puigdemont y hasta los Gigantones. Nada escapa al jocoso verbo de Salinas, así que prepárense todos: nadie saldrá indemne de 'La Pascuala' que ha urdido el maestro en su 25 aniversario al frente del delirio.
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