Fue bonito y muy emotivo. Fue sincero y torero, como no podía ser de otra manera, cuando Jarocho, el hijo, el que abrió la puerta grande de Madrid y tiene una mano izquierda para soñar al natural decidió que el primer toro de su vida tenía que brindárselo a él, a Jarocho pero el padre, profesional que viste de una plata que vale oro y que ha ido acompañándole en cada paso que ha dado en su hasta ahora corta pero intensa carrera.
Esto fue después de que Daniel Luque, en el tercio, cargase con la muleta y le cediese sus trastos al hasta hace dos días novillero de Huerta de Rey. El sevillano fue un señor e invitó a salir, a parte de un Álvaro de la Calle que hizo de sobresaliente ante la ausencia final de Cayetano, al padre que vive el destino de su hijo mayor como si fuese el suyo propio.
Tras unas palabras que quedaron en la intimidad de su encuentro y que simbolizaban la séptima alternativa burgalesa de la historia, tocaba demostrar que Jarocho quiere ser torero y que ha decidido dar el paso al escalafón superior siendo consciente de que puede conseguir grandes cosas.
Algunas de esas cosas seguramente vengan desde la mano izquierda. Es prodigioso. Da igual el oponente que tenga en frente que convence al malo y se vacía con el que tiene la más mínima intención de embestir. Por desgracia el horrible ganado de ayer no estuvo a la altura de un acontecimiento como el que se vivió en la plaza de toros de Palencia.
Sí estuvo a la altura la afición burgalesa que se movilizó en masa y cómo no los paisanos de Huerta de Rey. Asombrosa la pasión que hay en un pueblo que ayer se quedó vacío, porque lo importante estaba pasando a kilómetros de allí (...).
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