Jesús del Cerro acumula a sus espaldas la dirección de series como Médico de familia, Compañeros, Un paso adelante, Policías o El Chiringuito de Pepe, y de largometrajes como Carlitos y el campo de los sueño o En Otro Lugar en España. Por si fuera poco, hace 15 años dio el salto a Rumanía y Estados Unidos, donde ha continuado dirigiendo, produciendo y creando piezas audiovisuales de toda clase y condición como Miami Bici o Attraction in Paris. Es más, en el país del este de Europa es ya uno de los profesionales más cotizados y acumula decenas de obras -y de reconocimientos- a sus espaldas.
La vida del director de cine le obliga a ir de un lado para otro: coger coches, rodar, tomar un tren, reunirse con productores, montarse a un avión de nuevo y viajar a España o a EEUU son algunas de sus rutinas. Para tratar de abstraerse de ese estrés constante, este madrileño de nacimiento -pero burgalés de corazón y raíces- ha decidido regresar al que sigue siendo su pueblo, Valtierra de Riopisuerga. De esta pequeña pedanía de Melgar de Fernamental es originaria su familia materna, y aquí es donde se está construyendo una vivienda para pasar alguna que otra temporada. Hasta ahora viene a hacer visitas esporádicas en las que aprovecha para charlar con viejos amigos en la bodega, montar en bicicleta por carreteras sin apenas tránsito de coches, pasear por el campo o hacer excursiones con amigos.
«Me parece un sitio fantástico para descansar y desconectar. No hay nada que hacer y eso es bueno porque puedes hacer muchas cosas», reconoce Del Cerro. De este modo, podrá asentar los proyectos cinematográficos que tiene en marcha y dar forma a los que están en su cabeza con unas privilegiadas vistas a la Peña Amaya. «Todavía conservo un huerto de mi abuelo en el que en verano cogemos ciruelas», indica. La casa que está en pleno proceso de ejecución, denominada Refugio del Artista por el arquitecto madrileño que la ha diseñado, está hecha con mimo y con un punto de modernismo que romperá la imagen del pueblo castellano. «Cada año cojo más de 50 aviones, por lo que estar una temporada en Valtierra me va a venir muy muy bien. A lo mejor son solo 40 días al año los que paso aquí, pero seguro que serán de calidad», precisa.
Sus abuelos maternos, Jesús y Priscila, se convirtieron en un elemento fundamental durante buena parte de sus veranos de niño. «Teníamos un horno en casa y hacíamos pan, rosquillas o bajábamos al río a bañarnos después de que lavaran los tractores», recuerda entusiasmado. Tras años dándole vueltas a la idea de levantar su propia casa para pasar pequeñas temporadas, hace una década compró la era en la que ahora se construye su hogar. «Para mí las raíces son muy importantes. Valtierra no es el pueblo más bonito del mundo, pero captura mis recuerdos o mis vivencias de niño y eso no lo supera ni el mejor rodaje del mundo», reconoce.
Cuando trasladó a sus padres o a sus amigos la intención de construirse una casa, algunos le convidaron a que eligiera ubicaciones más icónicas como Asturias, Cantabria o el norte del propio Burgos. «Bajar a las bodegas a tomar un vino o irme a Melgar a comprar y que me pregunten si soy el nieto de Jesús. Esas son las vivencias que me tiran y no plantarme en un sitio muy bonito pero en el que no conozco ni me conoce nadie», explica el director.
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