«Pagamos 450 euros por el transporte con una pensión de 600»

S.R. / Aranda
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Leo y Aurora, hija y esposa de Román, relatan episodios de la vida de un hombre trabajador y con mucho genio a quien el alzheimer convirtió en un niño

Leo y Aurora son la hija y la esposa de Román. - Foto: S.R.

Era un hombre trabajador y con mucho genio, pero el alzheimer apaciguó su carácter y le convirtió en un niño. Leo aguanta las lágrimas recordando episodios que, a pesar de lo que supusieron, logra narrar con ternura. Como el día en el que Román se escapó y se subió al tejado de la casa de donde no supo bajar. «En otra ocasión se cayó en la huerta y apareció lleno de barro. Mira cómo me he puesto, dijo, pero no me peguéis», cuenta.
Para ella y para su madre, Aurora, lo peor no fue el diagnóstico, ni la enfermedad ni las fugas, ni las caídas, ni los olvidos, sino los 34 kilómetros que separan Ciruelos de Cervera de Aranda. 
Durante los siete años que estuvo enfermo utilizó los servicios de Afar, pero ello implicaba desplazarse a diario hasta la capital ribereña. «Solo el transporte nos costaba 450 euros al mes que pagábamos con los 600 de su pensión de agricultor», explica.
Los gastos, claro, no se quedaban ahí. A ello, dice, había que añadir otros 450 de los servicios de la asociación y otros 850 que cobraba la persona que le atendía en casa. «Al principio siempre se encargó mi madre, que nunca quiso llevarle a una residencia, pero después ella solo ya no podía hacerlo».
Con lástima, asegura que «no existen las mismas garantías viviendo en un pueblo» y Aurora comenta como desaparecieron todos sus ahorros. «Creo que el pobre murió cuando se dio cuenta de que se acababa el dinero».
El esfuerzo económico no lo cubrió la Ley de Dependencia. «Tardaron tres años en concedérnosla. Cobramos 700 euros al mes durante dos años y 600 los dos siguientes, pero cada mes teníamos que desembolsar 2.000 solo para el cuidado de mi padre».