Burgos lidera un estudio para detectar enfermedad renal

GADEA G. UBIERNA / Burgos
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Atención Primaria se une a Nefrología y Análisis Clínicos del HUBU para diagnosticar patología oculta del riñón de forma precoz mediante un análisis de orina y tratarla. El objetivo: evitar o retrasar la diálisis

Foto de archivo de una persona en diálisis en el HUBU, que es el tratamiento crónico que este cribado quiere evitar. - Foto: Valdivielso

Los servicios de Nefrología y Análisis clínicos del HUBU, en colaboración con Atención Primaria, han puesto en marcha un estudio pionero para detectar cuanto antes enfermedad renal oculta en población general a partir de 18 años y no solo en determinados grupos de riesgo. Para ello, a cada paciente que ha acudido a la consulta de un médico de familia desde el pasado febrero no solo se le pide un análisis de orina, sino que se solicita expresamente la determinación del cociente de albúmina creatinina para comprobar si hay pérdida de proteínas en la micción y valorar, en función de los niveles, si es indicio de algún fallo en el funcionamiento de los riñones. En caso de concluir que sí, que hay alteración de la función renal, se le pone tratamiento para evitar esa pérdida de proteínas y detener o ralentizar el deterioro y evitar que esa persona acabe en diálisis o en la lista de espera para un trasplante.

La jefa de servicio de Nefrología, María Jesús Izquierdo, y el médico de Análisis clínicos Didier Sánchez explican que el estudio consta de varias fases. La primera consistía en implantarlo y protocolizarlo en el día a día de las consultas de los 37 centros de salud de Burgos, con la consiguiente recogida de datos, análisis y evaluación de resultados. «Para identificar enfermedad renal oculta en un paciente no basta una única determinación; hay que repetir en tres meses para comprobar que ese daño [la pérdida de proteínas a través de la orina] se mantiene en el tiempo», cuentan, para aclarar el motivo por el que todavía es pronto para determinar la prevalencia de la enfermedad renal oculta en los mayores de edad de Burgos. «No queremos generar alarma, ni lo contrario», dicen.

No obstante, indican que otros estudios internacionales cifran la prevalencia en una horquilla de entre un 13 y un 20% y sospechan que Burgos lo cumplirá.

De lo que sí hay certeza es de que el cribado ya ha aflorado casos de enfermedad renal crónica en estadio inicial y, por tanto, susceptible de tratarse con fármacos en Atención Primaria. Porque ese es también el objetivo «y lo bonito de este proyecto»: que los médicos de familia hacen el seguimiento y derivan al hospital solo a una parte de estos pacientes. Algo sobre lo que Izquierdo sí detalla datos y explica que, hasta febrero, en Nefrología contaban con cinco derivaciones a la semana de este tipo. «Ahora hemos aumentado a 20 y hay un nefrólogo dedicándose específicamente a ello», cuenta, matizando que estas consultas se hacen, en principio, de facultativo a facultativo a través de internet. Es decir, el especialista de Primaria pregunta sobre un caso concreto al nefrólogo, quien decide qué hacer. Y, de esos 20 pacientes semanales, «la mitad» acaban siendo citados para una consulta física en Nefrología.

Por la región. Tanto Izquierdo como Sánchez destacan la implicación de los facultativos de Atención Primaria -y de las gerencias- en la implantación de un protocolo que «cambia el pronóstico de la enfermedad». Y explican por qué: «Es como en el cáncer. Al principio lo puedes curar o, al menos, enlentecer. Si ahora detectamos la enfermedad renal con la orina, que es la clave, porque hasta ahora nos centrábamos en el análisis de sangre, y pones un tratamiento, frenas esa pérdida de proteínas. Es decir, frenas la evolución de la enfermedad», subraya Izquierdo.

En un ejemplo práctico, esta medida puede conllevar que una persona de edad muy avanzada gane años sin necesidad de diálisis o que alguien joven no necesite nunca conectarse a una máquina para que cumpla con la misión que sus riñones no pueden asumir. «El lema es: 'Objetivo no diálisis'», dicen.

Y eso, beneficioso para el paciente, también lo es para la sanidad pública porque, como matiza Sánchez, «un tratamiento de diálisis supone unos 40.000 euros al año y la determinación del cociente de albúmina creatinina en la orina, 0,89 euros».

Así, el siguiente paso es extender este protocolo a las otras ocho provincias de Castilla y León y, después, tratar de identificar causas de la enfermedad renal oculta, más allá del envejecimiento y de los hábitos de vida.