«Los fanáticos son ridículos»

ALMUDENA SANZ
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Fernando Aramburu comparte detalles del proceso de creación de su última novela, 'Hijos de la fábula', confiesa que le gustaría verla como serie o película «por su mensaje contra el terrorismo» y desvela que no ha dicho todo sobre ETA

Fernando Aramburu desveló las circunstancias y propósito de ‘Hijos de la fábula’ en conversación con Óscar Esquivias y su particular mirada. - Foto: Luis López Araico

«Vi el peligro de que varase en el lado de lo cómico. Esta novela está escrita con el freno de mano echado. No deja de ser una tragedia contada con elementos satíricos. Empieza con un absurdo y da lugar a episodios que pueden mover a la risa. No es raro que me ría mientras escribo, detalles que me parecen graciosos. Aquí no ha pasado. He escrito cada página y cada renglón buscando el equilibrio, como un funambulista, para que no me cayera en el lado de la comicidad, entendida como la narración de episodios chuscos, ni tampoco en el de la conversión en héroes de estas personas, cuyo objeto pasa por asesinar a otras personas». Fernando Aramburu atrapó desde el minuto uno a los lectores que llenaron el Salón Círculo de Ana Lopidana para viajar con él a las tripas de su última novela, Hijos de la fábula. La disparatada historia de dos jóvenes que viajan a Francia en 2011 para ingresar en ETA, hacen caso omiso al anuncio del cese de la actividad de la banda y deciden seguir la lucha por su cuenta ocupó la conversación entre el escritor donostiarra y su colega burgalés Óscar Esquivias durante algo más de una hora. 

El autor desveló que la novela estuvo tiempo en el cajón, «metafórico», y volvió a ella «con mano de cirujano, para que no se perdiera este equilibrio», y compartió que incluso antes de abordarla pidió su opinión a una víctima del terrorismo, «si podía escribir esto y no hacer más daño a personas que habían sufrido mucho». «Y con su aprobación me atreví», señaló y observó su «voluntad de ofrecer literatura», pero también curar una herida personal suya, una herida interna que le lleva «a deslegitimar las razones de esta gente». 

En esta ocasión lo hace con un tono muy distinto al de Patria (contó que tenía las ideas de ambos libros al tiempo y todos a su alrededor le conminaron a empezar por esta), pero sin perder de vista que tiene enfrente a dos terroristas, por muy ridículas que sean las situaciones que viven. «Esa ridiculez no es inventiva del escritor, basta escarbar para encontrar historias más ridículas y algunas muy tristes», matizó antes de concluir: «Los fanáticos en realidad son ridículos, pero es posible ser un tipo ridículo y cruel. Tendemos a pensar que son necesariamente inteligentes, y no siempre es así. Los había, pero esos no se exponían», desarrolló y se refirió a los protagonistas como parte de esos muchos chavales crédulos a los que convencieron. «Puede haber compasión, pero exenta de la admiración y de la pena», subrayó sabedor de que él podía haber caído en esa red. Le salvó, dijo, no vivir en un pueblo pequeño, tener una base cristiana que desde niño le permitió distinguir el bien y el mal («es raro querer crear un paraíso social matando a otros») y la cultura, con la que aprendió que «el mundo no termina al final de tu calle». 
Habló de la concisión extrema a la hora de escribir y del reto lingüístico de no incluir más de un verbo por frase («estas bobadas de escritor me liberan del bloqueo»), de la elección de escenarios reales que facilitan al lector meterse en la novela y da una sensación de verdad («a los lectores les gusta leerse, se proyectan en sus lecturas, y si se consigue esa conexión, la novela se convierte en trozos de vida»)... 

El Salón Círculo de Ana Lopidana colgó el cartel de completo para escuchar al autor de ‘Patria’ y ‘Los vencejos’. El Salón Círculo de Ana Lopidana colgó el cartel de completo para escuchar al autor de ‘Patria’ y ‘Los vencejos’. - Foto: Luis López Araico

Hubo lugar para saltar a la pantalla. Admitió que, aunque él nunca piensa en su conversión en guion cuando escribe, sí le gustaría ver Hijos de la fábula como serie o película como pasó con Patria, «y no solo por los honorarios», bromeó. «Me gustaría porque es un mensaje contra el terrorismo, lo deslegitima, y transmite un mensaje a favor de la concordia y la democracia», añadió y confesó que la adaptación de Patria le gustó e impresionó mucho. 

Tras recoger con mucha elegancia los piropos de los lectores, reconoció que, aunque desde hace cinco meses vive entregado a ser abuelo, siempre se ha sentido interpelado por todo lo que rodea al conflicto vasco. «Creo que no lo he dicho todo. Pero no quiero que me abduzca», remató poco antes de que resonaran los aplausos, bajara del escenario y cogiera el bolígrafo.