Los viejos rockeros nunca mueren, pero sí les llega el momento de la jubilación. Tan apasionado del fútbol, Fede Castaños asegura que nunca colgará las botas aunque lo hiciera como futbolista hace tres décadas. La vida siguió su curso y ahora llega el momento de quitarse el mandil por última vez 27 años después de iniciar su aventura en la hostelería tras la barra del Café Tapa.
La cristalera del local de la avenida del Cid luce hoy empapelada a la espera de un relevo que, se espera, será rápido. Castaños va de aquí para allá estos días para completar todo el papeleo y cerrar los asuntos administrativos relacionados con una etapa de la que guarda un bonito recuerdo, pero ahora se dan las circunstancias para dar un paso al lado.
«No es que lo estuviera deseando porque estaba muy a gusto aquí y me lo pasaba bien en el trabajo. Podía haber aguantado algo más, pero llega un punto en el que tienes que poner una fecha y priorizar otras cosas. Físicamente me encuentro bien y hay que aprovecharlo porque el tiempo nunca vuelve atrás», filosofa tras tomar una decisión que tuvo en cuenta a la familia. «Mi mujer me ha aguantado durante muchos años», reconoce.
Persona querida y personaje entrañable de la sociedad capitalina, este bilbaíno de nacimiento, cántabro por inspiración futbolística y burgalés de corazón y por derecho inicia un nuevo ciclo. Por fin toca disfrutar de los días sin horarios ni obligaciones, pero eso no significa que vaya a estar quieto. «Seguro que al final haré dos mil cosas», avanza.
Fede Castaños no entiende la existencia sin el fútbol y quiere vincularse de nuevo al deporte que tanto le dio, primero como deportista y luego como entrenador. Burgos CF -en dos etapas-, Racing y Mirandés como miembro del cuerpo técnico, Arandina CF... aquellas experiencias en los banquillos permitieron algunos paréntesis en sus obligaciones como hostelero e hicieron «más liviano» el trayecto profesional al «cambiar de actividad» durante algunos años. «El camino no se me ha hecho tan largo porque en esas épocas estaba pendiente del negocio, pero no entraba en la barra», resume.
Sea como fuere, a lo largo casi tres décadas se ha desenvuelto con tanta agilidad tirando cañas como en su etapa como lateral. «Ahora que he dejado el bar, haré algo relacionado con el fútbol. Es mi pasión, mi ilusión y mi vida», subraya.
El último día al pie del cañón fue emocionante para un Fede Castaños que, de repente, se descubrió «llorando como un niño». «Después de tantos años haces amigos y generas afinidad con la gente.Se crea un vínculo y un cariño especial», explica, para iniciar una rápida ronda de reconocimientos.
«Agradezco a la clientela su confianza y pondría una medalla al grupo de trabajo que ha estado conmigo por su esfuerzo y ayuda», zanja, para reivindicar el bar de barrio. «Es algo que exige muchas horas. Los jóvenes ya no quieren trabajar los fines de semana y las noches, pero yo tampoco quería. La hostelería está en un momento de transición y tiene un problema con la mano de obra y con la subida de los precios, pero volverán los buenos momentos», asegura.