Si el cotarro de las bodegas es uno de los símbolos patrimoniales de la villa castrillenses, las creaciones reposteras de las amas de casa de la localidad son un imprescindible en el inicio de sus fiestas patronales. Esta tarde, tras escuchar el pregón, los asistentes podrán endulzarse el paladar con lo que a un grupo de 17 señoras les ha llevado toda una tarde elaborar.
En el polideportivo del municipio, haciendo caso omiso del calor, estas mujeres volvieron a reunirse para elaborar rosquillas y hojuelas. De las primeras hicieron ayer en torno al millar de unidades, pero las segundas estarán más disputadas porque se elaboran en mucha menor cuantía. Con la sabiduría de la tradición y la maña que da la práctica, estas reposteras se iban intercambiando las funciones. Unas hacían la masa, otras daban forma a las rosquillas, otras las freían con paciencia y tino para, como colofón, otras embadurnarlas de azúcar nada más salir de la sartén.
Entre charla y charla, con algún chiste intercalado, estas castrillenses mantienen esta costumbre para agasajar a los vecinos en el inicio de sus fiestas patronales. Pero avisan: no cuentan con relevo generacional para perpetuar esta tradición y no van a estar toda la vida haciendo rosquillas. Aviso para navegantes.