Pido perdón a quienes estén hasta el moño del asunto Mbappé. Sí, llevamos ¡siete años! pesaditos. Pero les aseguro que es la pregunta que más me han hecho por la calle: «¿Viene Mbappé?». Dados los precedentes, no osaré darlo por hecho, pero, ahora sí que sí, parece que todos los caminos llevan al Bernabéu. El tema me apasiona, y me declaro fan del 'Tic, tac' con el que el genial Pedrerol bautizó esta fascinante cuenta atrás ¡en 2019!
Les aviso de que vamos a seguir dando la turra con esta versión tortuga del día de la marmota. Eso sí, estamos ante el desenlace final, el último episodio de un culebrón, que, ríanse ustedes de los turcos. Espero que estén grabando cada movimiento de este apasionante serial para en un tiempo verlo en formato documental.
La historia lo tiene todo. Una miscelánea de los pecados capitales.
La soberbia del PSG y sus orgullosos dueños por empeñarse en cerrarle la puerta, por escribir la historia como vencedores, por intentar demostrar que nada ni nadie puede con su poder cimentado en el dinero. Hasta hoy.
La avaricia. Poca explicación necesita. La madre del artista, Fayza Lamari, nunca la ocultó. Intuyo que no fue el dinero lo único que llevó a Mbappé a dar con la puerta en las narices al Madrid, pero el hecho de que le bañaran en oro también tuvo su peso.
La lujuria. Entendida como lujo desmedido, deseo apasionado. Mbappé es, junto a Haaland, el gran objeto del deseo del fútbol.
La ira. Sentimiento que aún anida en el corazón de algunos madridistas, despechados, dolidos con sus desplantes. Si finalmente viene, será tarea de Kylian intentar revertirlo. Sus dos primeros goles, una declaración de amor, madridista desde chiquitito, y la evidencia de que renuncia a mucho dinero si, como parece, viene, suavizará el cabreo. Amor con goles se gana. Muchos ya le han perdonado. Ira que no movió a Florentino, inteligente estratega que optó por ser comprensivo, por no dejarse llevar por el calentón por el plantón, y no cerrar una puerta que ahora se abre de nuevo.
La gula. Que sepa Mbappé que por mucho que París fuera la capital gastronómica por excelencia, ahora en ningún sitio se come como en Madrid.
La envidia. La que, si llega, permítanme la cautela, generará en algunos. La vida misma. Los que dicen que va a romper el ecosistema del vestuario blanco.
La pereza. Llegados aquí, pueden volver a la primera línea de esta columna, cíclica, como la era Florentino. Comenzó con Figo y Mbappé apunta a ser el broche. ¿Galácticos 2.0?