Entre los muchos conceptos del ámbito de la salud con los que la población está más familiarizada que nunca desde el pasado mes de marzo se encuentra el de ‘brote’. Su definición, según recuerda el médico Ángel González, del equipo de seguimiento epidemiológico de la Gerencia de Atención Primaria, hace referencia a la aparición repentina de una enfermedad en un lugar y un tiempo determinados «y en este caso es el mundo entero y 2020».
A pesar de estos límites tan amplios, la Consejería de Sanidad contabiliza a diario los brotes que se producen en todas las provincias y cuántas personas tiene vinculadas cada uno. «En el portal de la Junta aparecen realmente aquellos casos o agrupación de casos que hemos conseguido trazar y que podemos especificar con claridad que se han producido en un determinado contexto», explica. ¿Y cuáles son los principales ámbitos en los que aparecen? Esto es más complicado de establecer y, de hecho, la Administración no ofrece el dato de cuántos son sociales, laborales o familiares y los que se declaran son aquellos a los que ha sido más sencillo seguir la pista.
Con la experiencia que le da llevar siete meses en el corazón de la gestión de los datos de la pandemia, González asegura que el principal foco en el que aparecen los brotes es el familiar, seguido del sociosanitario (residencias de personas mayores o con discapacidad)), el de los centros escolares y, finalmente, las empresas.
«La consejera de Sanidad, Verónica Casado, ya ha dicho que en Castilla y León hay transmisión comunitaria, que es la imposibilidad de definir claramente los brotes, asumiendo que el rastreo, que a día de hoy sigue siendo necesario, no está llegando a hacer todo el trabajo que nos gustaría. Sí que sabemos -está en el portal de transparencia de la Junta y en los informes del Centro Coordinador de Alertas y Emergencias Sanitarias- dónde se están produciendo: fundamentalmente en el núcleo familiar y en reuniones sociales», refiere este experto, que, a su vez, reflexiona sobre por qué los colegios últimamente es donde más brotes se están notificando.
A su juicio, este hecho es «normal y razonable» porque las aulas han abierto hace poco más de un mes y en esos contextos, añade, «se está haciendo un trabajo magnífico»: «La tensión que la sociedad tuvo en marzo y abril se ha perdido y, por otro lado, los adolescentes tienen unos determinados patrones de interacción social, por lo que los contagios suelen llegar desde fuera de los colegios. Me cuesta creer que ahora haya lugares más seguros que las aulas, que mantienen a rajatabla todas las medidas de seguridad». La razón por la que afirma que los brotes en los colegios llegan mayoritariamente de fuera y que dentro se están haciendo las cosas bien es que cuando hacen los estudios de contactos, las PCR son negativas.
«El núcleo familiar es ahora mismo donde se encuentra el mayor número de brotes y lo más habitual es que se contagien a través de las personas jóvenes, que son las que, habitualmente, tienen más interacción social. Como, además, en la inmensa mayoría de ellas la enfermedad cursa con clínica leve o muy leve o son asintomáticas, se convierten en el vector más potente de contagio para los otros miembros de la unidad familiar. Lo que sí sabemos claramente es que cuando entra el virus se contagia la totalidad de la familia», añade.
Residencias. En cuanto a las residencias, Ángel González subraya que se está advirtiendo en esta segunda ola un fenómeno diferente a la primera, al que aún no le encuentran explicación: «Las que más sufrieron el golpe de la pandemia en marzo y abril ahora están sin casos y las que estuvieron limpias entonces, ahora están peor. No sabemos por qué. Puede ser que las que más sufrieron perdieron a mucha gente y generaron una pequeña inmunidad de rebaño que ahora les esté protegiendo o que han sido doblemente previsores».
A este médico le gustaría que los mensajes por parte de la clase política fueran más claros: «La gente en marzo se portó ejemplarmente, se hizo -a mi juicio- una buena desescalada levantando poco a poco las restricciones, pero, de repente, se intentó agilizar todo para un turismo que no llegó y ahora tengo miedo de que se mande el mensaje de tomar medidas para salvar la Navidad. Si es ese el mensaje, no hemos aprendido nada. Esta situación se va a mantener en el tiempo y no es un sprint para llegar a juntarnos en Nochebuena con gente que viene de otros sitios, es una maratón que tenemos que saber cómo la tenemos que correr. Hay que pensar que no hemos fracasado, que estamos en un punto de partida diferente, con más armas y más recursos contra la enfermedad y, sobre todo, no olvidar que la responsabilidad principal tiene que ser la de cada uno».