En Burgos siempre han existido buenas bandas de música formadas por buenos músicos que hicieron buenos discos y mejores directos. La diferencia entre siempre y ahora es que ahora se ve, se sabe y se valora... Al menos algo más. Las nuevas plataformas de escucha y distribución, la proliferación de escenarios (más ajenos que propios, cierto es) nutridos de grupos que sobreviven al margen de lo que queda de la industria y la proeza que representa el triunfo de grupos como La M.O.D.A o Fetén Fetén han hecho algo más evidente que aquí, en una pequeña provincia mesetaria, se mueven cosas.
A esa historia, la de la música local, le faltaría un capítulo de los cruciales si no se rindiera el merecido respeto a Frío. Claro que hubo otras bandas que sacaron la cabeza bien sacada, pero ellos lo hicieron con el heavy por bandera y un puñado de trabajos de nivel que estuvieron muy cerca de saltar al catálogo de las multinacionales en los años 90. Y lo hicieron con una mujer al frente.
Daría Ras (voz y piano), Diógenes (batería), Alberto (guitarra) y Peri (bajo) pusieron en la calle cinco discos que les sirvieron para mover el nombre de Burgos por toda España ofreciendo un heavy clásico, primero, un contundente rock, después, y una versión suavizada que se aproximaba al pop con fundamento, en último término. Giraron como Frío (Levantando el asfalto, Estamos vivos y Tiempo) y después como Básico Elemento (Días y días y Mil historias). En los estertores de los 90 tocaron con los dedos el contrato soñado, pero la historia no cuajó (aunque merece ser contada y así se hará) y, sin cargar con más equipaje que el camino andado y unas condiciones técnicas mucho más desarrolladas, cada uno de los cuatro músicos tomó su propio camino con el cambio de siglo.
Sólo en una ocasión se ha podido escuchar a Frío recuperar aquellos temas después del último concierto que dieron en Salas de los Infantes una gélida noche y con Daría embarazada de cinco meses. La reunión se produjo para rendir tributo a la memoria de José Luis Álvarez Calviño ‘Calvi’ en el concierto gratuito que ofrecieron junto a bandas como Medina Azahara o Burning en el Castillo en julio de 2008. Y hasta hoy.
el regreso. A lo largo de más de 18 años los cuatro miembros de Frío anduvieron por caminos diferentes, se mezclaron con otras formaciones y, lo más importante, continuaron tocando. Hasta que hace unos meses alguien comentó a Daría en una reunión de trabajo eso de «deberíais volver a tocar como Frío».
Al salir de ese encuentro se topó con Fernando y le contó la anécdota. Ese mismo día el guitarrista había estado en la tienda de música (Doctor Music) en la que trabaja Peri y habían tenido exactamente la misma conversación. Sólo quedaba hablar con Diógenes.
El resultado son ya tres meses de ensayo y una fecha marcada en rojo en el calendario: el 26 de marzo. Es el día de la reapertura del Mirador del Castillo, antes BNB, y el plato inaugural será el regreso de la banda, que ha arreglado 15 de sus temas para reiniciar su andadura, según confirman ellos mismos. La cosa promete porque a la fuerza original de las composiciones se suma a la experiencia acumulada, lo que está sirviendo para ‘pulir’ el sonido.
el castillo ‘sonoro’. Los nuevos responsables de lo que fuera el BNB hasta su cierre hace ya año y medio explican que el modelo de negocio que van a implantar en el local municipal, en el que han tenido que invertir más de 100.000 euros y por el que pagarán un alquiler mensual de 500 euros durante 20 años, es el de cafetería y restaurante en el piso superior y pub con música en directo en la planta baja, si bien también se han propuesto acoger la celebración de todo tipo de eventos.
Ellos confirman que el 26 de marzo es la fecha elegida para la inauguración y que el local retomará su nombre original. «La obra se termina a comienzos de marzo y para finales tenemos que abrir sí o sí», cuentan. También advierten que su intención es que la música sea una constante y que cuentan con los contactos necesarios para mantener una programación de calidad, pero será siempre y cuando exista una respuesta clara del público burgalés. La primera apuesta viene cargada de nostalgia, pero también de futuro porque, esta vez, no se trata de una última noche de rock.