Es el servicio municipal que mejor funciona, y de largo: ofrece celeridad, amabilidad, efectividad. Y, sin embargo, lleva muchos años ignorado, arrinconado, medio olvidado salvo cuando llega la fanfarria electoral y todo son promesas que, eso sí, nunca se cumplen. Son varios cientos los titulares de prensa que desde hace casi veinte años han llamado la atención sobre la necesidad imperiosa de que el Archivo Municipal de Burgos, ubicado en el espléndido Palacio de Castilfalé, urge una ampliación porque ya no tiene espacio para más. Hasta aquí hemos llegado, se decía, sin ir más lejos, hace diez años. Imagínense cómo será ahora. Quienes a diario hacen realidad que este servicio sea una maravilla no merecen tanta ingratitud, pero la realidad siempre es obstinada: es marzo de 2025 y todavía no hay ampliación; ni tan siquiera parece claro dónde se ubicará algún día (si es que ese día llega) la necesaria extensión, porque las últimas noticias parecían descartar para ello el solar anejo al inmueble renacentista y abría nuevos horizontes en otros espacios de titularidad municipal.
Cualquiera de las salas que acogen los depósitos (mucho más que la memoria de la ciudad) es una oda a la saturación. Gracias a que los trabajadores de este servicio hacen un esfuerzo ímprobo por mantener un orden impoluto este lugar no parece la selva, pero es que el espacio con el que cuentan es el que es. No hay más. Los anaqueles no dan abasto, y colocar la documentación que a diario se recibe (porque es un archivo vivo) se antoja tan complicado como salir victorioso del famoso juego del Tetris. Metros y metros y metros de baldas ocupadas por archivadores es la realidad de este espacio, que corre el riesgo de colapsar si no se pone de una vez remedio. Porque el archivo no deja de recibir documentación: según reza en la memoria de 2024, ingresaron 168 cajas que han ocupado 23 metros de estanterías.
En este servicio municipal se hacen calendarios de conservación, porque no todo lo que se puede guardar se debe guardar. Con todo, constituye un enorme esfuerzo porque es necesario hacer un estudio por parte de cada sección y por parte del archivo -se ha de estudiar bien la validez jurídica o fiscal de tal documento y hasta cuándo- y se valora si tiene importancia histórica para que sea conservado. Con el resultado de este análisis se eleva a la Junta, que emite un boletín. Se trata de un proceso complejo. Da igual la sala de depósitos que se visite porque la escena siempre es la misma: todo está ocupado.Llama la atención que cada espacio está aprovechado al milímetro, hasta tal punto que en algún rincón resulta complicado acceder a la documentación que se busca, como acredita alguna de las imágenes que ilustran esta información.
Por todo ello llama la atención la actitud del actual equipo de Gobierno, que hace dos meses se descolgó asegurando que la ampliación del archivo, pese a reconocerla necesaria, no era una cuestión «prioritaria» para, a renglón seguido, descartar como alternativa el solar anejo a Castilfalé (pese a todo lo dilapidado en concursos) y anunciar que estaba estudiando dos posibles emplazamientos como ampliación de este servicio (uno, en la plaza del Rey San Fernando; otro, en unas naves de Renfe cercanas a la vieja estación). Cabe recordar aquí que el equipo de Gobierno que preside Cristina Ayala dejó fuera de los presupuestos del pasado ejercicio este proyecto, que va camino de convertirse en uno de esos planes 'malditos', de los que se quedan varados para los restos.
La ampliación del Archivo Municipal tenía un presupuesto fijado, desde el mandato anterior, de más de 2 millones de euros.El Consistorio se planteó en su momento recurrir a las ayudas del 2% Cultural del Gobierno central que concede el Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana para la conservación o enriquecimiento de bienes inmuebles del patrimonio español, pero esta opción fue rechazada debido a que Castilfalé no cumplía con las bases del concurso al no ser un Bien de Interés Cultural (BIC).
Memoria de una ciudad. Hace 35 años que el Archivo Municipal se encuentra en el hermoso Palacio de Castilfalé, lo que permitió dar un lugar decente a un servicio imprescindible. La restauración de documentos (legajos de enorme valor histórico) y la digitalización de archivos es uno de sus grandes logros.En este tiempo, los fondos han aumentado porque lo han hecho las transferencias y las donaciones (al margen de la documentación que se genera de forma cotidiana). Atesora una biblioteca con más de 12.000 volúmenes. Su documento más añejo data del año 931 y habla del Fuero de Lara, un privilegio de Alfonso VIII. Los más recientes son expedientes de obras, festejos, subvenciones, ayudas y documentos relacionados con el urbanismo, la sanidad, la gestión económica y la acción social.