En la escena que Gaza proyecta al mundo hay dos noticias que resaltan especialmente. Una es buena. Anuncia el final del desastre humano, moral y jurídico- internacional. La reciente resolución de la ONU exige un alto el fuego duradero y apunta hacia la entrega incondicional de rehenes por ambos lados.

La Resolución CS 2728 acaba de ver la luz gracias a un cambio inesperado en la política de tolerancia seguida por EEUU respecto a la ocupación israelí de Palestina. Se ha aprobado sin oposición, con 14 votos a favor y una abstención, la de EEUU. Biden no ha recurrido al derecho de veto. Ha contado con el apoyo de los demócratas y también con el de Donald Trump. De este modo, la resolución se considera obligatoria para todos los miembros de la ONU por tener el respaldo de las cinco potencias nucleares que son los miembros permanentes del Consejo de Seguridad. 

Sin embargo, ha sido recibida con lamentos y reproches por el gobierno de Israel. Y aquí está la noticia negativa. Netanyahu dice que primero tiene que acabar con Hamás y que hay que seguir bombardeando Rafáh, donde se agolpan más de un millón de palestinos como en una ratonera.

Son ya muchas las resoluciones de Naciones Unidas condenatorias de la ocupación israelí. Así, la CS 242 relativa a la retirada de los territorios ocupados en la Guerra de los Seis días (1967), y la CS 497 relativa a la ocupación de los Altos del Golán. Ambas aprobadas por unanimidad. Todas han sido incumplidas. 

No obstante, el giro dado por EEUU abre la puerta hacia un arreglo. Además, la UE ha pasado del debate a una actitud de condena que se resume en palabras de Borrell cuando dice «no al hambre como arma de guerra». Por su parte, el valiente portugués secretario de la ONU advierte que sería muy grave error el incumplimiento de esta Resolución. Rusia califica el texto de insuficiente y el Reino Unido hace llegar miles de toneladas de ayuda humanitaria por vía aérea a la costa de Gaza.

Y sobre todo esto hay un hecho catalizador que es el desgaste de la imagen de Israel en la escena internacional con efecto negativo dentro del mundo judío.