El párkinson ya es otra historia

GADEA G. UBIERNA / Burgos
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Los neurólogos clínicos Gurutz Linazasoro y Esther Cubo conversaron con el bioquímico Javier Blesa acerca de los hitos científicos que han modificado el curso de esta enfermedad

Momento de la charla entre los neurólogos Gurutz Linazasoro (izquierda) y Esther Cubo y el investigador Javier Blesa. - Foto: Patricia

En la consulta de la neuróloga del HUBU Esther Cubo, especialista en trastornos del movimiento, se sientan hoy pacientes con un párkinson «con 20 o 25 años de evolución». Eso, que era más que infrecuente cuando ella empezó a ejercer, no solo sucede, sino que, ahora, esas largas convivencia con una enfermedad neurodegenerativa y todavía incurable como es la de Parkinson, permiten a los afectados llevar «una vida bastante normal, aunque tengan problemas». Este es uno de los hechos que, según la facultativa, evidencian que «hemos cambiado la historia natural de la enfermedad: no acorta significativamente la supervivencia [de la persona afectada]» ni tampoco arrasa ya con su calidad de vida y tampoco con la del cuidador.

Cubo compartió ayer esta reflexión con el también neurólogo clínico Gurutz Linazasoro, con consulta en San Sebastián, y con el biólogo y bioquímico burgalés Javier Blesa, investigador en el CINAC de HM Hospitales, a lo largo del coloquio que la jornada 'Desde Atapuerca hasta el párkinson de nuestros días' dedicó a la investigación en esta patología cuya causa aún se desconoce y, más en concreto, en cómo la ciencia ha repercutido en el día a día de los pacientes. «No tiene color», insistió Cubo, en la charla sobre ciencia.

El enfoque clásico se ha centrado en el desarrollo de fármacos dirigidos a mejorar los síntomas motores que caracterizan al párkinson, como consecuencia del mal funcionamiento de las neuronas responsables de producir la sustancia que permite que el cuerpo se mueva correctamente: la dopamina. «Hay buenos tratamientos», dijo Linazasoro, subrayando que «no tiene nada que ver lo que tenemos y vemos ahora con hace 10 o 15 años». A las terapias farmacológicas se han añadido las quirúrgicas, con dos grandes avances: la estimulación cerebral profunda, para implantar electrodos; y, más novedosa, la aplicación de ultrasonidos de alta intensidad (HIFU) para «modificar el curso de la enfermedad», frenando los temblores en pacientes muy afectados. «Los tratamientos se han ido simplificando y la cirugía es ejemplo de ello», reiteró el neurólogo donostiarra.

Agraciados con los premios ‘Gracias Párkinson Burgos’. Agraciados con los premios ‘Gracias Párkinson Burgos’. - Foto: Jesús J. Matías

En cuanto al futuro de los tratamientos, el burgalés Javier Blesa tiene mucho que decir, ya que su trabajo en el laboratorio tiene como objetivo lograr que los fármacos que se le administran a un paciente penetren en el cerebro en mayor cantidad, en regiones concretas y de forma no invasiva. Para ello, el equipo en el que trabaja ha dado ya un paso de gigante, que ha sido demostrar en animales grandes -macacos- que la barrera protectora del cerebro (hematoencefálica) se puede abrir de forma temporal y sin secuelas mediante ultrasonidos de baja intensidad para facilitar así que los fármacos lleguen a esas zonas concretas que interesa tratar. «Ahora trabajamos en introducir algo que cure, sustancias que hagan que esas neuronas no se mueran o que lo hagan de forma más lenta», comentó Blesa.

En la modificación de la historia natural intervendrá también otro hecho relevante, como es la posibilidad de contar con marcadores biológicos -mediante análisis del líquido cefalorraquídeo- además de con el diagnóstico clínico. «Un diagnóstico precoz facilitará la prevención», concluyó Cubo.

La neuróloga fue, de hecho, una de las galardonadas en los primeros premios 'Gracias Párkinson Burgos', en la categoría de Investigación. En la de Sensibilidad, se premió a Jorge Arias, de Geotelecom; en la de Apoyo social, al exdelegado territorial de la Junta, Baudilio Fernández-Mardomingo; y en la de Uniendo lazos, a Rafael Vázquez y al grupo Haciendo sed.