Aranda de Duero va camino de contar con tantos vehículos como personas. En la actualidad, en el padrón fiscal del Ayuntamiento figuran un total de 22.865 automóviles, entre turismos, motocicletas o camiones. Se trata de una cifra considerable en proporción con el número de habitantes mayores de edad que residen en la capital ribereña, que no llega a los 28.000. Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), la ciudad suma 33.626 empadronados, de los cuales 5.658 tienen entre uno y 17 años. Pues bien, pese a que apenas hay distancias, el coche gana terreno progresivamente. En este momento, el número de turismos asciende a 15.954, lo que supone que uno de cada dos arandinos posee uno de estos utilitarios. A ellos se suman otros 2.453 camiones, 1.665 motocicletas, 974 tractores, 932 remolques, 862 ciclomotores y 25 autobuses.
Por todos ellos, el Consistorio arandino ingresa una media de 1,5 millones de euros al año desde 2016. El grueso de la recaudación por el impuesto de vehículos de tracción mecánica procede de los turismos, con cerca de 1,2 millones, seguido de los camiones con algo más de 200.000 euros y de los remolques con 100.000 euros.
Ahora bien, en una ciudad de tamaño pequeño como Aranda, llama la atención el uso tan ?insistente de los vehículos. Expertos como Luis Morales, director de El futuro de la movilidad, una alianza de colaboración e innovación público-privada creada para acelerar el cambio hacia una movilidad más sostenible, subraya que detrás se halla un fuerte factor cultural. El hecho de que se pueda cruzar Aranda en media hora caminando «genera una percepción de lejanía». Es decir, «equivale a irte a las afueras». Mientras que en Madrid resulta habitual dar paseos de 20 o 30 minutos, «en Aranda se tiende a coger el coche por esa sensación de lejanía». A ello se suma el tema del diseño urbano: si hay mucho espacio para la calzada y para aparcar, o si en la ciudad priman las aceras anchas y los carriles bici.
En este sentido, el experto aboga por crear itinerarios escolares seguros, de manera que se favorezca el tránsito peatonal cerca de los colegios en lugar de que los padres vayan en coche hasta la puerta. «Ahí habría que ensanchar las aceras y poner aparcamientos para bicis, además de restringir el tráfico en las calles que desembocan en el centro escolar», apunta al respecto.
Transporte público. También destaca la importancia de potenciar el uso del autobús urbano, que en los últimos meses sí que ha ganado pasajeros, pero sigue lejos de las cifras en ciudades de tamaño similar como Miranda de Ebro, con cuatro veces más de viajeros. Otra medida de peso sería conformar una red de carriles bici. «No vale con un tramo por aquí y otro por allí», recuerda Morales, que es justo lo que pasa en Aranda. «Hay que crear una red y separarla del tráfico en las vías principales para dar seguridad al ciclista», defiende, mientras remarca que «reducir la intensidad del tráfico determina la habitabilidad de una ciudad y redunda en una mejor calidad de vida». Otro factor clave es introducir vegetación:«Si hay sombra y el paseo es agradable, la gente dejará el coche y se animará a ir en bici», concluye.