Tres toneladas de amistad

S.F.L. / Cereceda
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Los vecinos de Cereceda, guiados por el artista Carlos Armiño, han construido una gran escultura de hormigón que ha transformado un espacio en desuso en un punto de reunión. La obra forma parte de una muestra artística al aire libre

La nueva escultura de hormigón de tres toneladas se ubica en la entrada del pueblo, próxima al bar. - Foto: S.F.L.

A simple vista parece una gran mesa, pero es algo más. Es el resultado de una mezcla de ingredientes que han aportado cada uno de los vecinos de Cereceda. Y no los típicos empleados en una receta de cocina. Para elaborar esta grandísima pieza se ha necesitado una pizca de ilusión, compañerismo, ganas por compartir y tres toneladas de hormigón. De la mezcla ha surgido un nuevo espacio en el que juntarse para charlar, reír, comer, cenar e incluso ver una película o la final del mundial femenino de fútbol.

En una de las tantas reuniones que se celebran en la pedanía a lo largo del año el escultor Carlos Armiño planteó la idea de devolver a la vida una zona que prometía «dar juego a modo de plaza» y que hasta entonces pocos lo usaban. Generó ganas entre los pequeños y los jubilados y una vez que decidieron sacar adelante el proyecto, el artista diseñó el molde con forma de estrella de mar. Costó, pero salió, como todo lo que se propone. Entonces llegó el momento álgido, aquel en el que fue necesaria la mano de obra de los residentes. Durante más de cuatro horas la fábrica de sueños no paró y las hormigoneras tampoco dejaron de girar. Poco a poco esparcieron la masa blanquecina y ayudaron a que cogiera forma. Una vez seca, una grúa se encargó de levantar del suelo la mole. 

«La mesa invita a participar y a hacer piña entre todos los que aquí vivimos», comenta el artífice con orgullo. Hemos ganado un nuevo lugar de reunión en el que estoy convencido que surgirán proyectos muy interesantes. De momento ya hemos tenido el honor de disfrutar de una actuación de imitaciones», añade entre risas.  Faltan detalles por finiquitar, como las bases, aunque eso no ha impedido su inauguración hace escasa una semana.

La pieza carece de nombre, por ahora, pero ya se ha incluido en la exposición permanente al aire libre de escultura integradas en el entorno. Todas ellas piezas creadas en el taller de Armiño, a escasos 40 metros de la gran mesa. Fuentes, muros, jardines, macetas, balcones, barandillas o el agua de la presa son solo algunos de los rincones elegidos para acoger arte. Uno de los trabajos ocupa un lugar muy especial para los vecinos y desconocido para los turistas. Se trata de la fuente Oro María, que en ocasiones mana agua y en otras no. Cuestión de suerte. Una flor con tres grandes pétalos sirven de asiento para disfrutar de unas inmejorables vistas mientras uno hace una parada tras una ruta cultural en busca de las obras.

Esta galería artística tan particular no dispone de un recorrido organizado. Los que acuden a conocerla fluyen, de tal manera que nunca empiezan por un principio ni acaban por un final. Porque no existen. Porque Cereceda en sí es toda una muestra de creatividad gracias al afecto y la amistad que brota de todos sus vecinos. 

Jugar a indios y vaqueros en el parque del abuelo. Los nietos de Rafael pasan menos tiempo en Cereceda del que le gustaría. Viven en Madrid y la distancia impide que se vean todas las semanas, aunque cada vez que se reúnen el momento se convierte mágico. Con el fin de que los niños tuvieran un aliciente más para disfrutar en el pueblo, ha construido con sus propias manos y siguiendo solo el plano de su imaginación un parque de juegos en el que no falta detalle.

Un tipi indio fabricado con palos de madera, una tirolina, una casita de madera con pizarra y sofás, columpios, un tobogán y hasta una pequeña zona de escalada con cuerdas. Junto al parque, una zona de relax con bancos y cojines a la que todo visitante adulto que viaje con niños tiene el acceso permitido cualquier día de la semana.