Cuando Lorena García llega a Miraveche, que parece dormir en el regazo de los Obarenes, ya hay varias mujeres esperando. Cada una sostiene su libro, al que se aferran con celo. Aún no está todas, pero van llegando a cuentagotas. Alguna está en la iglesia, rematando el precioso Belén que, cada Navidad, se monta en el interior del templo. Otras salen de casa con el tiempo justo, porque en los pueblos el tiempo no tiene prisa, no es una urgencia. Pero todas las que están en Miraveche saben que tienen una cita a la que no quieren faltar, de la que no se han ausentado desde que empezaran siendo fieles a ella allá por el mes de septiembre. Desde entonces, han hecho algo que no habían hecho nunca antes en sus vidas. Han tomado parte de un proyecto muy especial, en el que han sido protagonistas, que les ha empoderado, que les ha hecho volar desde distintos rincones de la España vacía. Es lo que tiene la literatura y compartirla: emprender un viaje en el que todo es posible.
El proyecto es un club de lectura con perspectiva de género promovido por la Diputación Provincial desde el área de Bienestar Social y solicitado y gestionado por los Ceas. Lo lidera Lorena. Lo hace con mano de seda, empatía, cariño. Para ella también ha sido enriquecedor, una experiencia única y sorprendente. "Se ha generado una energía muy positiva, ha sido una experiencia increíble. Me llevo mucho de este proyecto a nivel personal y profesional", asegura. Lo ha desarrollado en once pueblos de la provincia (Castrillo de la Vega, Rojas de Bureba, Cantabrana, Salas de los Infantes, Huerta de Rey, Escalada, Castrojeriz, Sasamón, Villasana de Mena, Villarcayo y Miraveche), con mujeres de entre 40 y 90 años. Ha participado en torno a un centenar, nada menos. Un éxito.
La edad media de las participantes de Miraveche es la más alta: 75 años. "Yo casi nunca antes había leído. ¡Poquísimo! Y ahora me ha encantado", tercia Ana María. "Yo sí, pero nunca de esta manera. Y ha sido muy gratificante", apunta Pili. Se saludan todas, ríen. Lorena lleva la voz cantante. Les pregunta por el último de los tres libros que han leído. Es el que menos ha gustado a todas, pero no por eso deja de establecerse el debate, de espigarse tal pasaje, tal idea, de que surjan las opiniones, las sensaciones que se comparten en torno a una mesa, donde además del libro se coloca el nombre de cada una de ellas, "que esto parece la ONU", exclaman entre risas. Tiene sentido: Lorena se reúne con grupos de mujeres en muchos pueblos. Y aunque tiene una memoria excelente, los carteles ayudan a llamar a cada una por su nombre.
Entre todas se ha establecido una complicidad enorme, destilada de las horas que han pasado juntas en torno a la historia de turno. Se han emocionado, han reído, han abierto sus corazones y la caja de Pandora de sus vidas cuando determinado asunto abordado en tal libro les remitía a su biografía, a su infancia, a su juventud, a su madurez. Se han hecho confidencias, confesiones. Han desnudado sus almas para contribuir. Han aportado. Esa es la clave del proyecto. Dice Dori que no es lo mismo escuchar el sermón de una persona que da una charla, una conferencia, que ser ellas mismas quienes tomen la palabra y, con libertad, expresarse. "Me parece importante, me gusta más", apostilla. Las participantes de Miraveche han leído tres libros: Trampa de fuego, de Núria Martí Constans; Media vida, de Care Santos; y Modelos de mujer, de Almudena Grandes, a la que han rendido su particular homenaje. "La hemos acompañado leyéndola", dicen.
Una experiencia muy rica. El club de lectura se ha reunido cada dos semanas. En Miraveche han ido más allá y, sin esperar la visita de Lorena, se han reunido entre ellas para leer y comentar el libro de turno. E incluso para facilitar la lectura de Sara, a la que le falla algo la vista. "Quedábamos por las tardes y como Sara no lee bien, se lo leíamos nosotras. A trocitos. Unas cuantas páginas cada día", dice Pili. En torno a la mesa conversan como antaño se hacía junto al fuego. Caldea la estancia un ángel llamado Ana, hija de Dori, que siempre está cuando se la necesita (es uno de esos seres necesarios, imprescindibles, luminosos). Ana María, Candi, Carmen. Dori, Sara y Pili escuchan con atención a Lorena, responden a sus preguntas, ofrecen su punto de vista sobre el libro con argumentos ricos, enjundiosos. "Aportan mucho. Cada una ofrece una mirada diferente, o destaca algún detalle a que a otras les ha pasado desapercibido. Y es muy enriquecedor".
La lectura y la temática ha estimulado en muchas ocasiones su memoria, y en las conversaciones se han colado recuerdos propios e íntimos de las lectoras. De sus años mozos. De la dureza de la vida en los pueblos. Han hablado de ello sin tapujos. "Con uno de los libros nos sentimos muy identificadas, porque muchas vivimos situaciones similares. Y luego lo comentábamos. Ha sido muy bonito compartirlo. Lo mejor de esta actividad es que nos ha movido la curiosidad de leer o de volver a leer. Hemos sacado mucho jugo a la lectura. Nos ha despertado el interés. Ha sido precioso", apunta Pili. "Es una experiencia nueva para nosotras y la verdad es que estamos muy contentas, hemos disfrutado y aprendido mucho", subraya Dori.
Lorena está encantada con el resultado. "Estoy feliz. Ha funcionado de maravilla. En los grupos más pequeños se ha generado una energía muy bonita, más íntima. La lectura compartida ha sido como un vehículo. Y todas ellas han participado sin juzgarse, sin miedo a hablar, contando en ocasiones cosas muy íntimas porque ha salido de todo en nuestras conversaciones. Ha sido una experiencia impresionante. Y me han enseñado mucho. He aprendido muchísimo con ellas. Sus vidas interiores, sus experiencias, han sido muy valiosas. Y ellas se han sentido importantes, protagonistas. Porque han sido ellas las que han construido todo con sus intervenciones, con sus opiniones, sus puntos de vista, sus miradas". No dudan todas en asegurar que se apuntarían otra vez si se repite el club (la experiencia concluye este mes) y hay quien sugiere incluso abrirlo a los hombres, lo que enciende un debate que se antoja apasionante. Se quedan charlando en torno al brasero que ha encendido Ana de la idoneidad de incluir a los varones, de los pros y los contras; surgen miradas cómplices, estallan algunas risas. Sobre la mesa, los libros. El mejor equipaje para vivir y seguir soñando.