Tres meses de paciente indignación

Jordi Ferrer (EFE)
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Los familiares de los desaparecidos en la dana encaran el doloroso trámite de solicitar su declaración oficial de fallecimiento, superado ya el plazo legal en caso de siniestro y aún conmocionados por la tragedia

Francisco Ruiz, de 64 años, Elisabeth Gil, de 37, y José Javier Vicent, de 56, siguen en paradero desconocido. - Foto: Biel Aliño (EFE)

A punto de cumplirse 100 días de la devastadora dana que sacudió España el 29 de octubre de 2024, con especial impacto en la Comunidad Valenciana, los familiares de las tres personas que aún permanecen desaparecidas podrán dar un paso más para cerrar las heridas de su dolor. De forma paciente, pero también indignados, han ido arrancando las hojas del calendario hasta agotar el plazo legal a partir del cual es posible solicitar la declaración oficial de fallecimiento de sus seres queridos. Un trámite burocrático que jamás hubieran deseado pasar y en el que no pensaron durante las esperanzadoras horas iniciales tras la riada, en las que siempre tuvieron fe en un final feliz, pero que ahora se hace imprescindible para continuar con sus vidas y que deberán tramitar en los juzgados.

Francisco Ruiz, de 64 años, desapareció en Montserrat tras poner a salvo a sus dos nietos de cinco y 10 años en el techo de su coche; a Elisabeth Gil, de 37 y madre de dos niños, se le perdió el rastro cuando el agua arrolló el vehículo conducido por su madre en Cheste (el cuerpo de la progenitora fue encontrado), igual que le sucedió a José Javier Vicent cuando se dirigía a Pedralba junto a su hija (hallada sin vida a más de 60 kilómetros).

La declaración de fallecimiento se puede solicitar legalmente transcurridos 10 años desde las últimas noticias del ausente, pasados cinco años si al expirar ese plazo hubiese cumplido al menos 75 años o en tres meses en caso de siniestro, como el 29-O.

Saray Ruiz, hija del primer desaparecido, explica que acudirá a los juzgados de Picassent con la documentación necesaria para obtener el certificado de defunción de su padre. «Es una situación muy dolorosa, no vemos que esto acabe, cada vez se pierden más las esperanzas de encontrar el cuerpo», lamenta, para añadir: «el enfrentamiento político constante, las mentiras, hacen daño también a las familias».

Aunque la búsqueda de su progenitor no cesa, Saray sabe que es una operación tremendamente compleja. «Su móvil se quedó en el coche, no tenemos ninguna referencia. Lo único que sabemos es la dirección que tomó el cuerpo, por la corriente y porque se encontró un zapato y su gorra, pero cerca del vehículo, la perdió nada más caer».

Los especialistas de la Guardia Civil creen que sus restos pudieron llegar a un barranco cercano, de ahí al río Magro y posteriormente al Júcar, del que es afluente el anterior, y por ello se han realizado batidas en Llombai, Carlet, Alfarp, Alcudia y Guadassuar.

Esta madre explica que, pese a la tragedia de haber perdido a su padre, conserva el inmenso consuelo de que sus dos hijos lograron salvarse de la riada. «La pequeña pregunta más, pero el niño apenas menciona lo sucedido, y cuando escucha a su hermana hablar de ello la corta, para la conversación».

«Aquí no ha llamado nadie para ofrecer ayuda psicológica -lamenta-. Solo una asistente social para darle a mis pequeños dos cajas de Lego. Visto todo lo que he visto, no me sorprende nada, se habla mucho de la atención psicológica pero la verdad es que la gente, las víctimas, no están para ir a ningún sitio, es posible que no haya fuerzas, pero esa ayuda debería estar más próxima», añade.

Y de nuevo, sale la indignación. «Espero que la Justicia -en referencia a la querella que promueve SOS Desaparecidos- nos dé la razón, pero en el caso de que no podamos hacer nada seguiremos luchando para que lo que ha pasado no se olvide», sentencia.

Otro de los familiares que está en una situación similar, Ernesto Martínez, relata que tratará cuanto antes de regularizar la situación de sus sobrinos, hijos de Elisabeth Gil, de 19 y cuatro años, para que puedan acogerse a los derechos que les corresponda por ser huérfanos.

«Mi hermana -también fallecida- y mi sobrina trabajaban en un hotel pegado al circuito de Cheste. Cuando terminó la jornada, mi hermana fue a casa para traer a su hija al trabajo, pasó por un puente al ir a Cheste y al volver para el hotel ya no estaba en pie, por eso dio un rodeo por detrás del circuito. Toda su obsesión era que su hija llegase a tiempo al trabajo», afirma.

«Pero igual que ella, decenas de conductores pensaron en el mismo trayecto, y su coche se quedó en la parte baja del barranco. A mi hermana -su cuerpo- la encontramos, se quitó el cinturón y salió despedida, pero yo creo que mi sobrina entró en pánico, no se quitó el cinturón y sigue en el coche -no hay rastro tampoco del vehículo-», explica.

Elisabeth grabó un vídeo con su móvil para enviarlo a su jefe y justificar su retraso. En esas imágenes se ve un tendido eléctrico. «Por eso sabemos el punto en el que desapareció», añade su tío.

Como señala, Ernesto también forma parte del grupo de familias adheridas a la querella de SOS Desaparecidos, que se presentará el próximo mes de febrero en la Audiencia Nacional con la esperanza de «llevar ante la Justicia a los responsables de este desastre».