Una ciudad histórica como Burgos guarda mil y un tesoros bajo la superficie. Por eso, no es extraño que algunas de esas valiosas joyas arqueológicas salgan a la luz cada cierto tiempo, cuando las máquinas actúan para levantar alguna construcción o mejorar la urbanización del entorno.
Eso ocurrió recientemente en tres de las ubicaciones elegidas por el Ayuntamiento de Burgos para instalar los nuevos contenedores soterrados.Obras rutinarias, sin duda, pero la administración se vio obligada a cambiar sus planes para sortear la protección que presentan los puntos seleccionados en un primer momento para esta tarea.
Las excavaciones dirigidas en la calle de San Esteban por la arqueóloga Fabiola Monzón el pasado verano dejaron al descubierto restos de los muros de casas medievales, varios silos y cerámica pertenecientes a un barrio que se mantuvo hasta el siglo XIX, cuando se fueron los franceses. Una cubierta de madera protegerá los hallazgos.
Localización de algunos tesoros escondidos bajo tierra catalogados en el PGOU.Lo mismo ocurrió en otras dos localizaciones. La Junta de Castilla y León paralizó en octubre la instalación de los contenedores de Alonso Martínez con el fin de conservar los restos de muros de una antigua edificación de la que se desconoce su datación y que, en todo caso, es anterior al siglo XIX.
Y, por último, en noviembre aparecieron también restos de una construcción y pavimentos que podrían ser del antiguo convento de San Ildefonso, construido por el obispo Alonso de Cartagena a mediados del siglo XV. En 1839 pasó a manos militares y se destinó a parque de Artillería. En 1857 se derribó la iglesia y se construyeron nuevos barracones, pabellones y talleres cambiando por completo la fisonomía del convento.
Estos ejemplos se unen al estudio arqueológico realizado para la construcción del aparcamiento del Casco Histórico Alto en el entorno de las calles Corazas y Álvar Fáñez.Los sondeos revelaron la existencia de una manzana de casas del siglo XVIII y aclararon que el lienzo junto a San Gil es una reconstrucción del siglo XVIII datada durante la I Guerra Carlista (1833- 1840) de la estructura defensiva de origen bajomedieval.
Cada estudio y excavación ayuda a conocer mejor, datar con mayor exactitud y descubrir nuevos vestigios del Burgos de ayer. La acumulación de resultados queda registrada y el Plan General de Ordenación Urbana tiene catalogados más de una veintena de tesoros arqueológicos que duermen -o pudieran estar- bajo tierra con el amparo de la protección arqueológica.
Son muchos los ejemplos de edificios antiguos o de ruinas que disfrutan de una nueva vida en el presente. El Monasterio y la biblioteca de San Juan, la iglesia del Carmen, la Alhóndiga... sin embargo, en otros casos los restos de las edificaciones no corrieron la misma suerte, aunque su existencia está documentada y su recuerdo, garantizado.
Son los restos de antiguas iglesias, conventos, hospitales, almacenes o, incluso, cárceles. La huella de estas construcciones permanece indeleble y por ello el catálogo arqueológico del PGOU reservado al Plan Especial del Centro Histórico (PECH) tiene documentada cada historia particular.
Está documentada la existencia de iglesias, conventos, hospitales e, incluso, cárceles
Algunos nombres son muy conocidos, como el de la iglesia de San Llorente en la plaza de los Castaños, del siglo X y derruida en el siglo XVIII. Sus restos salieron a la superficie en 2008 durante los trabajos de pavimentación realizados en Fernán González.
La parte de esta vía del centro histórico esconde otros puntos de gran interés arqueológico. En la entonces denominada calle Tenebregosa se levantó la iglesia de Nuestra Señora de Viejarrúa, del siglo X, hasta que la invasión francesa marcó su final en 1809. Posteriormente, este solar se acogió el cementerio municipal en 1821.
En ese entorno donde hoy desarrolla su actividad un hotel y hasta el Seminario también se encontraban las iglesias de San Martín (cerca del solar del Cid) y Santa Coloma, además del hospital Anequín, del siglo XV y borrado del mapa en el XVIII según consta en las fichas del Plan General.
El Castillo y sus alrededores también guardan vestigios del Burgos antiguo. A la espera de que el proyecto para sacar a la luz la Judería salga adelante, está documentada la presencia de asentamientos y de otras construcciones como la iglesia de la Virgen Blanca -en su explanada- o las iglesias de San Andrés y de San Román.
Las ruinas de este edificio religioso se encuentran a la vista después del hallazgo liderado por la mencionada Fabiola Monzón en 2015. La intención es retomar las excavaciones para conocer más datos del templo volado por los franceses durante el asedio de 1812.
Los ejemplos se reproducen en varios puntos del Centro Histórico. La pavimentación realizada en el entorno de la Catedral también dejó al descubierto restos de edificaciones, mientras que en 2003 las obras iniciadas para levantar el Complejo de la Evolución Humana permitieron ver los restos de lo que un día fue el convento de San Pablo.
No muy lejos de allí se ubicaron otras comunidades religiosas, como Las Calatravas de San Felices y las Concepcionistas de San Luis en el entorno que hoy ocupa la plaza Vega. Son solo algunos tesoros escondidos, testigos de la historia de Burgos que permanecerán en la memoria gracias al trabajo de arqueólogos e historiadores y a la protección registrada en el Plan General.