Es un personaje fascinante y, sin embargo, su figura sigue envuelta en un halo de misterio. DonMauricio, el hombre que impulsó la construcción de esa joya del gótico que es la Catedral de Burgos, el hábil diplomático, el obispo amante del arte que fue descrito por sus contemporáneos como 'sabio' y 'venerable', fue uno de los personajes más importantes de la Europa del medioevo, albores del siglo XIII. Para dar respuesta a algunas de las incógnitas en torno a este prelado acaba de publicarse Mauricio, obispo de Burgos (†1238): entre París, Limoges y Castilla, obra firmada por los historiadores del arte José Alberto Moráis y María Concepción Cosmen, ambos de la Universidad de León. Es la suya una investigación de todo punto novedosa, puesto que indagan en la vida y el legado del mitrado a partir del fabuloso sepulcro yacente de éste que se halla en el centro del coro del primer templo metropolitano burgalés.
Ornado con esmaltes y engarces, «es una obra excepcional en todos los sentidos. Por su calidad técnica, por la presencia de los esmaltes, por la riqueza con la que fueron labradas e incisas las placas de cobre y, especialmente, por la máscara del prelado muerto. Por todo ello la obra puede considerarse una de los grandes encargos artísticos de la Europa del siglo XIII», escriben los autores de la obra editada por la Universidad de León que ha sido también traducida al inglés. El libro hace varias y muy interesantes revelaciones en torno al prelado. Por ejemplo, se asegura que donMauricio, de cuyo origen se barajaron siempre diversas hipótesis (se ha afirmado que había nacido en Inglaterra, en Francia o en Toledo), era burgalés. «Toda su familia era burgalesa y siempre tuvo vinculaciones, familiares, culturales, propiedades, etc. con Medina de Pomar. La bibliografía anglosajona discutió este punto hace años, pero ahora aportamos pruebas irrefutables: era de Burgos», subraya Moráis.
Toda su familia era burgalesa y siempre tuvo vinculaciones con Medina de Pomar»
Ponen los autores de relieve que el mitrado fue un personaje con rango internacional, «viajero, que frecuentó Francia, Alemania y que estuvo muy bien protegido por la realeza». Sostienen que su monumento funerario, con piedras engastadas y limoges, no sólo es único, sino que debió ser carísimo y acorde a las grandes obras de la Europa de ese momento. Y dan la explicación después de que la historiografía que estudió el fabuloso sepulcro yacente «nunca se posicionó ni llegó a demostrar con argumentos seguros el momento en el que fue creada, el lugar de producción y, sobre todo, los comitentes que estuvieron detrás de su factura». Así, señalan los historiadores que «en los ropajes de la imagen funeraria aparecen castillos y flores de lis. Este dato nos llevó a tirar del hilo y preguntarnos por qué estaba en las vestimentas de un obispo el sello del rey de Francia. Descubrimos que doña Blanca de Castilla, la llamada reina madre de Francia, hija de Alfonso VIII y Leonor, hizo lo mismo que sus bisabuelas, tías y madre: usar el patronazgo de las artes para legitimar su poder, su alcurnia».
Así, aseveran los investigadores que ningún prelado en toda España «tuvo en su tumba el sello de la realeza francesa, y ello refleja que doña Blanca financió la obra, y puso en ella las lises como lo había hecho en sus grandes empresas francesas, como en La Sainte-Chapelle, por ejemplo. El obispo de Burgos, con las lises y castillos, estuvo a la altura de los grandes eclesiásticos del Medievo, como el abad Suger de Saint Denis, con unos ropajes que exhibían esos emblemas». Hasta el momento, apuntan Moráis y Cosmen, no se habían estudiado los diplomas y documentos ligados a este personaje, pero estos han terminado por demostrar que la reina tuvo igualmente estrecha amistad con el primado, pues ella gestionaba sus bienes en París, entregaba los dineros obtenidos a los estudiantes -continuando con los deseos expresos de don Mauricio- y, además, hemos documentado intercambios de preseas y objetos de metales ricos, como un anillo y una copa de plata, que habían llegado a Hispania como regalo de doña Blanca. Asimismo, han hallado documentos que demuestran que fue un obispo que atesoró «propiedades ricas, obras de orfebrería que pasaron, a su muerte, a su familia, lo que nos ha permitido conocer, por ejemplo, su buena relación con París, y como dejó, al morir, una casa cuyo alquiler fue dedicado a sufragar los estudios de los jóvenes hispanos que iban a estudiar a en la capital francesa».
Su sepulcro es una obra excepcional por su calidad y por su riqueza»
No tienen duda los autores: «La personalidad irrepetible de un prelado culto, legislador eclesiástico, vinculado con las altas esferas de poder episcopal, papal y real, integrado en una compleja y densa red de intelectuales de la Castilla y la Europa de su tiempo y, sobre todo, conocedor de la importancia de la imagen plástica y la arquitectura más revolucionaria, con la que se concibió la gran catedral burgalesa, son razones suficientes para que la reina, tan cercana a su cuasi familiar, decidiera comandar una tumba de este tipo con la que preservar la memoria del obispo.». Ese monumento sepulcral elaborado en cobre sobre alma de madera y esmaltes champlevés de don Mauricio «fue facturado entre los años 1238 y 1242». Y aunque se pudiera pensar que el yacente pudo haber sido concebido en alguno de los talleres que por esas fechas gestaban las tumbas de la realeza francesa, los datos que aportan los autores del libro «tampoco permiten desechar una posible realización de la escultura funeraria en Castilla, donde se han conservado obras y datos suficientes como para pensar en unos artífices que, trabajando en Burgos, pudiesen crear tal obra, pero bajo las directrices de la reina de Francia y del sobrino del prelado, don Juan. La profunda actividad como comitente que la reina madre desarrolló en sus fundaciones, como Maubuisson o Le Lys con la creación, precisamente entre 1238 y 1242, de importantes monumentos funerarios, realizados en cobre, esmaltes y otros elementos técnicos semejantes al del yacente burgalés, permiten concluir que, posiblemente, fue por estos años cuando la reina, desde Francia, pero apoyada directamente por el sobrino de don Mauricio, don Juan, financiaron y encargaron este monumento sepulcral, único en su género -por los restos que nos han llegado- y que lleva un sello indudable de tal patrocinio de la Regina: las lises y los castillos, impensable en una pieza que no procediera de la órbita real franca en dichos años».
El prelado frecuentó Francia, Alemania y estuvo bien protegido por la realeza