La primera vez que a Francisco Javier le desaparecieron unas flores del panteón familiar le pareció extraño, pero no le dio más importancia. Podía haber sido casualidad. El problema es que unas semanas más tarde le volvió a pasar lo mismo. Y la siguiente vez que le llevó flores a sus padres. Y la siguiente. Hasta que el pasado día 12, tras echar en falta un centro que había dejado en la tumba de su padre, guardia civil, dijo basta. Escribió al Ayuntamiento y puso en conocimiento de los empleados del cementerio de San José la situación, quienes le explicaron que es sumamente difícil vigilar tumba por tumba. Su queja, no obstante, no ha sido baldía. Por lo pronto, la concejalía de Sanidad ha ordenado reforzar la vigilancia para que no siga sucediendo.
Los problemas para Francisco Javier comenzaron aproximadamente en el mes de mayo, cuando notó que las flores que colocaba en la lápida familiar desaparecían poco tiempo después. Al principio pensó que era cuestión de días, pero a medida que este problema se fue repitiendo se percató de que todo sucedía en menos de 24 horas.
«Cada vez que yo o algún miembro de mi familia colocamos un ramo o un centro de flores naturales en nuestro panteón familiar del cementerio de San José alguno, o algunos, lo roban en el plazo máximo de 24 horas», cuenta Francisco Javier. No es una intuición, lo sabe de primera mano, pues siempre vuelven al día siguiente y ya no están. «No sabemos en qué momento sucede, si van por la noche o durante el horario de apertura, pero lo cierto es que desaparecen», añade.
Por otro lado, recuerda que al ser un panteón, la persona que le sustrae las flores invade una propiedad privada, lo que acrecienta su enfado. «He pensado incluso en colocar una cámara o algo parecido para ver si por lo menos lo deja de hacer, porque como no hay nada en San José estoy casi obligado a buscar una solución por mi cuenta», se plantea.
En su opinión, el camposanto sufre un «abandono total», pues no hay ni vigilancia ni luz eléctrica en el recinto, lo que imposibilita lo que considera una «necesaria» colocación de videocámaras. «No creo que yo sea un caso aislado, el tema es que lo compruebo y me doy cuenta de que me están robando. Supongo que el resto de personas no vuelven en meses y no lo saben», insiste.
Francisco Javier se ha dirigido en varias ocasiones a los empleados del cementerio, a quienes ha expuesto su problemática. Éstos explican que no pueden controlar lo que ocurre en cada rincón del recinto, que no pueden saber si alguien roba o no flores y que, desde luego, de allí no suele salir nadie con ramos o centros. También descartan que haya personas que accedan con vehículos y los carguen.
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