La actual campaña de excavación en el yacimiento de la ciudad romana de Flavia Augusta, en concreto en una habitación de la denominada casa de las flores, finalizará en los próximos días y deja al equipo de expertos implicados con mejor sabor de boca del esperado. Además de haber comprobado que la vivienda se vino abajo de manera natural y no fue derribada -han aparecido caídas las placas de pinturas y sobre ellas el muro- han dado con la fórmula -mejor dicho elemento químico- que resolverá el misterio que envuelve la datación del momento de su construcción.
El importante hallazgo tiene nombre y apellido: carbono 14, y según explica la directora del proyecto y arqueóloga, Esperanza Martín, es un «isótopo radioactivo del carbono que se puede emplear como testigo de la antigüedad de una muestra de origen orgánico» y determinar la edad de materiales que lo contienen hasta unos 50.000 años atrás. «Lo hemos encontrado por todas partes de la casa porque el suelo lo construyeron con materia orgánica, pero el carbono 14 en concreto apareció en una de las paredes de la construcción», expone. Al tratarse de piezas tan antiguas en espacios altamente maltratados «en ciertas ocasiones resulta bastante complicado descifrar la fecha que levantaron un edificio y nos guiamos por cuestiones estéticas, ya que cada modelo decorativos está englobado en una época concreta de la historia», añade. La Facultad de Química de la Universidad de Valladolid colaborará con el proyecto y se encargará de llevar a cabo los análisis de las pinturas, mientras que un laboratorio de Vilna (Lituania) lo hará del carbono.
Por otro lado, entre los restos de la pequeña estancia -de unos nueve metros cuadrados de dimensión- han desenterrado por primera vez muestras pintadas que imitan mármol, un resultado que ha sorprendido al conjunto del equipo porque este tipo de reproducciones «no son como las que vemos aquí. Considero que las de esta edificación cuentan con unas características bastante raras, con líneas pintadas en zigzag y puntos. Normalmente esta imitación no es así, sino con líneas más rectas y rojas», explica. Asimismo, sostiene que aunque los propietarios de la vivienda tuvieran un nivel adquisitivo alto, «el hallazgo de piezas simulando a otros modelos de mármol del resto de Hispania indica que no tanto como pensábamos».
Martín confía en que los trabajos de campo y laboratorio continúen en los próximos años con ayuda de las administraciones porque «obtendremos todas las piezas para el puzzle final. Nos están saliendo todo tipo de motivos iconográficos que abundan en el conocimiento de la pintura mural en zonas rurales, a pesar de que Flavia Augusta fue un asentamiento de primera importancia». Además de las imitaciones de mármol, han brotado entre lo más profundo de la tierra pinturas simulando flores que «hasta el momento permanecían desconocidos en este mundo, un hecho que implica continuar acumulando más granitos para conocer la historia romana de este espacio», aclara.
Un artista muy observador. Entre las figuras dibujadas que han aparecido a lo largo de estas semanas, «motivos totalmente únicos», dejan entrever que el artista, además de inventar, plasmaba lo que le rodeaba en el entorno.
Limpiar y digitalizar las piezas del puzzle
Durante la pasada campaña de excavación, los arqueólogos y voluntarios consiguieron dar con la pintura mural que decoraba hace unos 2.000 años una de las habitaciones de una casa en Flavia Augusta y sustraer parte de las piezas, pero no todas, por lo que las actuaciones en la nueva intervención se han centrado en recuperarlas, limpiarlas y analizarlas al completo. Los más de mil fragmentos de pintura mural rescatados de la profundidad de una finca de La Bureba y en torno a los 200 de cerámica que pasaron por las manos de Lucía Anta, la restauradora, ahora se han multiplicado. La experta confirma que «salen miles de piezas y a pesar de que tengo el apoyo de otra restauradora, Sofía, desconozco hasta cuando se alargarán los trabajos de recuperación porque todavía me quedan restos que tratar de la campaña de 2021 y 2022. Hasta que no acaben con la excavación no me veo capaz de calcular un plazo», comenta mientras coloca uno de los fragmentos en las nuevas estanterías, donde los mantienen clasificados.
Su labor implica paciencia y delicadeza, teniendo en cuenta que la limpieza de una pieza de aproximadamente cinco centímetros cuadrados se puede prolongar entre 15 y 30 minutos, y el tratamiento de las pinturas solo lo pueden llevar a cabo expertos, al igual que el análisis digital previo a las copias en 3D. En marzo de este año se dedicó junto a Esperanza Martín exclusivamente durante un mes a eliminar todo tipo de restos que envolvían a los fragmentos y trasladarlos por cuestión de seguridad y espacio a la planta superior del laboratorio, ubicado en el Centro de Interpretación de las Salinas, un espacio cedido por el Ayuntamiento que actualmente cumple funciones de almacén.
En la dependencia de al lado se ha instalado Zoilo Perrino con su equipo de fotografía y escaneado. Su función comienza ahora, una vez que las piezas se van limpiando. Como cada una es diferente y hay miles, su objetivo persigue realizar una reconstrucción de la estancia y sus pinturas sin la necesidad de manejar las piezas reales. Para ello, y contando con la circunstancia excepcional de los delicados colores, ha montado un sistema diferente para ejecutar el registro y su virtualización. «La digitalización la empezaremos ahora. Es ideal realizar el 3D de las piezas, pero lo que realmente nos interesa es el puzle», explica.
A su vez, continúa fotografiando los fragmentos. «Este trabajo consiste en rotar el objeto con una iluminación controlada y hacer el registro de varios anillos para tomar imágenes de distintos ángulos y, a continuación, comenzar con la reconstrucción». Todas estas piezas irán formando parte del museo virtual, que puede visitarse a través de la plataforma Sketchfab.