La utopía de un rojo como Dios manda

R. PÉREZ BARREDO / Burgos
-

Fue un luminoso personajazo en un Burgos asperón. Amante de las causas perdidas, autor de esa maravilla de libro que es 'Los Burgos perdidos', su familia acaba de publicar 'De las alpargatas a internet', las memorias del gran Virgilio Mazuela

Virgilio Mazuela. - Foto: Patricia

Que era la reencarnación de la utopía -y el humor y la ternura andantes- es algo que no sorprenderá a quienes conocieron y trataron a Virgilio Mazuela, que fue todo un personajazo en este Burgos asperón, como tantas veces definió a la ciudad que habitó, escribió y amó sin remedio. Lo de rojo como Dios manda es una hallazgo que debe atribuirse a uno de sus grandes amigos, Carlos Gómez, Zurdo, autor de la más hermosa y verdadera semblanza que se le hizo nunca, y con quien seguro que anda Virgilio departiendo como solían allá donde sea que se van los tipos bendecidos con los dones de la inteligencia, la bondad, el talento, el humor y un albedrío de aquí te espero. Su hija Rosario acaba de editar con el sello Atticus -y ya está en las librerías- De las alpargatas a internet, las memorias inacabadas de Virgilio Mazuela, economista de profesión, divertidísimo escritor de finísimo oído, amante de cualquier causa perdida y entusiasta adalid de infinidad de iniciativas culturales y de proyectos sociales que estuvieran rebosantes de humanismo y solidaridad. Puro compromiso y bonhomía.

Esta autobiografía, que el gran Virgilio dio en llamar, con su acostumbrada ironía, Ridiculum Vitae, ve la luz 18 años después de que «el pájaro más libre de la ciudad», en palabras de otro gran amigo suyo, Tino Barriuso, echara por última vez a volar. Cuando esto sucedió, se hallaba Mazuela dando forma a esos recuerdos, que van desde la evocación de su época de bachiller, que coincidió con el inicio de la Guerra Civil, hasta entrada la década de los años 90.El relato se interrumpe ahí porque la muerte se convirtió en la más drástica censora, pero no por ello son menos jugosas las memorias: la epopeya vital de Virgilio Mazuela es también la de Burgos, claro, y la de España. El autor del imprescindible libro Los Burgos perdidos y fundador del Ateneo Popular 'Los otros', entre otras muchas cosas, dedicó los últimos meses de su vida a escribir la obra que ahora ve la luz.

Explica Rosario Mazuela que un día Fernando Ortega Barriuso, historiador y gran amigo de Virgilio, sugirió la publicación de aquel «tocho», como llama esta hija al montón de papeles que constituían las memorias de su progenitor. Le dieron una vuelta en el seno familiar, dudando principalmente por su interés para el gran público y por el hecho de que contiene infinidad de detalles alusivos a su vida íntima. Pero también había un archivo fotográfico de mucho valor que Rosario trabajó con mimo y celo. Y así consideraron que el posible libro tendría más enjundia. «Fue un estímulo, la verdad. Y es cierto que ahora existe una tendencia a contar la historia desde ángulos diferentes, desde abajo, desde el pueblo, desde elementos que no son estándar. De alguna forma el libro cuenta la historia de nuestro país».

La utopía de un rojo como Dios mandaLa utopía de un rojo como Dios manda - Foto: Familia Virgilio Mazuela

Terapia y verdad. La familia Mazuela tiene muy claro que el gran Virgilio hizo ese ingente ejercicio de memoria como una terapia. «Estaba enfermo, y era muy miedoso. Hizo este libro para estar entretenido. Fue terapéutico. Se sentaba a escribir en el ordenador a las diez de la mañana, y se pasaba las horas entre papeles». Señala Rosario, que ha realizado la edición depurándola al máximo, que el también autor del El Galipó dedicó cuatro años a esta biografía. «Ha sido muy bonito, porque sentía que estaba con él a medida que lo iba leyendo. ¡Es que le oía!». Aunque en un principio pesó demasiado el pudor entre las hijas de Virgilio (por aquello de que hay tantas referencias a su vida familiar), lo cierto es que ahora están encantadas de que el libro exista y esté en las librerías. «Es compartir ese espíritu que él tenía, su manera de ver el mundo. Tenemos un subidón. Estamos muy contentas. Sentimos que el libro es un homenaje a nuestro padre. Esperamos que todos los que lo lean vuelvan a recordar a Virgilio. Y que nos riamos. Hay gente a la que da gusto volver a escuchar. Y mi padre era una de esas personas», apostilla Mazuela.

Todo el libro está salpicado de anécdotas y colmado por aquel humor tan bonito que tenía Virgilio. Hay pasajes que pueden resultar desternillantes, como cuando en pleno proceso de autogestión de la empresa CYFISA, quintaesencia de una utopía que fue posible, a un miembro de la delegación que iba a reunirse en Madrid con el responsable ministerial de turno se le escapó en la sala de espera un '¡Ministro, cabrón!' que hizo personarse a un par de guardias civiles armados hasta los dientes. «El humor, cuanto más a contrapelo más risas», escribe Virgilio en otro de los capítulos de sus memorias, que no tienen desperdicio, como ese otro pasaje que recogemos aquí y que es puro Virgilio.

A finales de los 70, con varios millones de parados carcomiendo al país, el Ateneo dedicó un ciclo al paro invitando a expertos sociales y laborales. «Pusimos en marcha todos los medios a nuestro alcance para informar y difundir por radio, prensa y publicidad las actividades preparadas. Una parte importante era la propaganda callejera. Hicimos un cartel, inspirado en el conocido cuadro de Munch El Grito, para pegarlo en paredes destacadas de nuestras calles, así como en establecimientos comerciales. Era un cartel llamativo e impactante con una sola palabra en el texto: EL PARO».

La utopía de un rojo como Dios mandaLa utopía de un rojo como Dios manda - Foto: Familia Virgilio Mazuela

Empapeladas algunas calles de la ciudad, la reacción del Ayuntamiento no se hizo esperar. Los limpios e higiénicos concejales de aquel Consistorio nos impusieron una multa de 15.000 pesetas por 'ensuciar' los edificios.El Ateneo recurrió la multa y en el pliego de descargos denunció las numerosas suciedades que se le podían atribuir al Ayuntamiento (calles, edificios, fachadas, monumentos, etc.) y los muchos desaguisados urbanos que afeaban la estética de la ciudad. Erigido el Ateneo en portavoz de la Asamblea del pueblo soberano, le impuso una sanción cuantificada en 265.000 pesetas, de las que, una vez deducidas las 15.000 de la multa que debíamos pagar, el importe líquido que tenían que reembolsarnos quedaba en 50.000 duros». Qué maravilla.

El Polo de Desarrollo, los ecos del 68, el Proceso de Burgos, las sucesivas crisis económicas y sociales, el Ateneo, la Transición, la lucha siempre en la trinchera de los más desvalidos (fundación de Burgos Acoge, de Eirene Cultura para la Paz)... Nada queda fuera de esta biografía de Virgilio Mazuela, aquel hombre bueno e inteligente que siempre hizo mejor la vida a los demás. Aunque aún no hay fecha oficial cerrada, habrá presentación del libro en Burgos, claro. Será en noviembre. Con cacahuetes y arenques, como no podía ser de otra manera. Y vino de porrón, por supuesto. Tratándose de Virgilio, será una fiesta alegre. 

* Memorias de un burgalés. De las alpargatas a internet. Virgilio Mazuela. Editorial Atticus.