Hay casi innumerables formas de conocer un lugar y una de ellas es a través de las páginas de un libro. Gracias a su contenido es posible viajar a rincones reales, descritos al detalle, u otros imaginarios que solo existen en la cabeza de quien los lee y piensa. Verdaderos o ficticios son sitios que han inspirado a sus autores, y en la provincia tenemos un buen puñado de ejemplos de novelas ambientadas en algunos de sus pueblos o parajes. Obras que han encontrado en el cementerio de Sad Hill, las calles de Salas de los Infantes, el Páramo de Masa o los yacimientos de Atapuerca los espacios perfectos para desarrollar parte de su trama o la totalidad de la misma. Porque la provincia de Burgos es muchas cosas, entre ellas, fuente de creación literaria. Aquí, solo algunos de esos ejemplos que nos permiten conocerla a golpe de salto de página.
Durante una visita escolar a la excavación de Atapuerca, un chico descubre que una de las reproducciones humanas que imitan los enterramientos de los homínidos de hace miles de años es, en realidad, el cuerpo de una chica muerta. La joven parece haber sido colocada con una simbología ritual, y todas las pistas apuntan a un macabro homicidio similar al ocurrido seis años atrás en otro yacimiento en Asturias. Eso relata el inicio de La huella del mal, del Manuel Ríos San Martín, escritor y también productor ejecutivo, director o guionista de series de televisión como Médico de familia o Más que amigos.
Fue durante el rodaje de la serie Compañeros cuando conoció a José Luis Arsuaga, que aparecía en un capítulo, y así fue como inició su curiosidad por Atapuerca. Años después, en el 2012, visitando el Carex junto a sus hijos, sintió un flechazo inspirativo cuando uno de ellos se acercó a la réplica de un cuerpo. «¿Qué pasaría si un chico se aproxima a una figura y resulta ser un cuerpo real muerto?», y a partir de esta pregunta, que se hizo en ese momento, desarrolló este thriller, revisado por Bermúdez de Castro, al que le une una gran amistad desde entonces, y donde también recrea los yacimientos o el río donde lavan los hallazgos. «El pueblo del que hablo, Niebla, es ficticio, pero está inspirado en Frías», añade.
En Miranda de Ebro hace siglos apodaron a una de sus vecinas como la Maldita de Aquende a Allende. Ese es también el título de la novela escrita por María Silvia Eguiluz, en la que relata la vida de Lambra de la Fuente, cuyo destino parece estar escrito solo por su nombre y apellido. Lambra es la guardiana de la familia. Sin pareja, sin hijos, casi sin vida, pasa el tiempo viendo pasar los años de forma discreta y calmada. Pero esa tranquilidad se ve alterada con la aparición de un asesino selectivo, un familiar lejano, un rostro conocido del pasado que pensó que nunca más volvería a ver. Una misteriosa novela que nos hace preguntarnos: ¿Existen los vampiros en Burgos?
El árbol solitario del páramo, de Rafael Sánchez-Grande, es una novela de intriga, donde el desolado, pero bello paisaje del páramo burgalés es un protagonista más. Ambientada a mitad de la década de los ochenta, cuenta la historia de Rafael, un joven escritor madrileño que en plena crisis de creatividad viaja hasta una remota aldea, perdida en los fríos páramos burgaleses, en busca de reposo, aunque algo romperá allí su ansiado descanso.
El autor conoció este paisaje de camino a Santander con amigos en los ochenta. «Me pareció el fin del mundo, flipé. Me impactó tanto que pensé: tengo que escribir una novela de misterio que tenga estos paisajes como escenario». Y eso hizo cuando regresó a Madrid y se sentó frente su máquina de escribir. La obra reposó en un cajón y muchos años después Rafael pasó una semana en Montorio con su mujer y sus hijas. «Frente al fuego leímos los capítulos ya escritos y después de aquel viaje, la finalicé», cuenta.
El contrapunto al misterio de estas novelas, llega con las páginas de 30 noches con Olivia, cargadas de amor, erotismo y mucho humor por Noe Casado. Olivia es una mujer que quiere dar un giro a su monótona vida y buscar nuevas experiencias. Ella ansía vivir una aventura y liberarse de los cánones establecidos, pero en el pequeño pueblo de Burgos en el que reside no abundan los hombres. La oportunidad de dar rienda suelta a sus fantasías se le presenta cuando aparece Thomas, un inglés estirado y prepotente al que ella no soporta, pero por el que se siente tentada y atraída. Lo que iba a ser un apacible mes de agosto termina desembocando en un tormentoso y ardiente verano.
La parte histórica de esta lista llega con La flor del Norte, de Espido Freire, una novela en la que la autora vasca narra la vida de la Princesa Kristina de Noruega, enterrada en la colegiata de Covarrubias. En la villa rachela hizo la presentación del libro, y hasta ella también se desplazó en varias ocasiones para documentarse, ya que tanto el pueblo como la ermita de San Olav forman parte del relato.
Armando Rodera nunca imagíno que el western El bueno, el feo y el malo se rodó en parte en territorio burgalés ni conocía Sad Hill. Cuando lo descubrió por la prensa comenzó a investigar y su inquietud creció cuando su mujer, que veraneaba en Carazo, le contó que ella si conocía parte de la historia de su rodaje. En mayo de 2018 decidió recorrer la comarca para conocer de cerca las diferentes localizaciones, una visita en la que nació la novela Regreso a Sad Hill, que arranca en el paraje de La Yecla.
«Nos adentramos en la casa familiar de mi mujer, que he recreado de forma libre como el domicilio de Menchu en la novela. Allí pude conversar con varios miembros de la familia que habían vivido esa época e incluso participado en el rodaje como extra», comenta el autor, que recrea diferentes rincones de todo el valle del Arlanza. Su trabajo sumerge al lector en dos épocas diferentes separadas por 50 años, 1966, cuando se rueda la película, y 2016, cuando se celebró el 50º aniversario de su filmación.
Áurea es la protagonista de La pluma dorada, una obra escrita por Sonia Galdós que sitúa en Salas de los Infantes a este personaje durante su época adolescente, en la que abandona Madrid para vivir en la localidad con su tío paterno y su familia y de la que jamás había oído hablar. El monasterio de la Vid no solo copa gran parte del contenido de El plan de Luzbel, también es la imagen de la portada del libro.
En este escenario ribereño se encuentran un turista de retiro espiritual y una joven monitora de campamentos, que descubren el cadáver de un vagabundo en las inmediaciones del templo. También se investigará una misteriosa muerte en el monasterio, esta vez de un fraile, en El secreto de Luzbel, donde Aranda y La Vid vuelven a ser escenarios fundamentales en esta obra de Víctor Herreros.
Juan R. Moya arranca Ecos de Bardulia. El brazalete Dorado en el año 2004, en la Sierra de Atapuerca, donde Ana, que se hospeda en una casa rural de San Medel, halla en una excavación arqueológica un pequeño aro dorado. La última noche de Libertad Guerra, de Leandro Pérez, es el título de la novela cuya protagonista se llama igual. Es una joven periodista de Lerma, que trabaja en el diario Pueblo en Madrid en una época de dictadura militar y a finales de los 80. Su madre y su padre, poeta rojo, sufren acoso en la villa ducal mientras ella se enamora de un actor vasco a quien detiene la policía y desaparece.
Por el valle de Castroceniza-Ura, un paraje plagado de nogales, hace un recordatorio nostálgico de su niñez Félix J. Alonso Camarero en El nogueral vencido. En él se refleja como un niño que observa, con sus miedos, sus alegrías y sus penas.
Una de las mejores plumas que ha dado la tierra, Manuel de Lope, cuenta en Azul sobre azul algunas de sus salidas a la montaña burgalesa durante su niñez. Esta obra es un compendio de un diario, de memorias, ensayo y relato de viajes con actualidad y crítica literaria y artística, donde también está presente Burgos. Uno de los últimos en salir de la imprenta es La cruz sobre mi pecho, inspirada en Burbach, el primer representante en España y Portugal del nazismo. La obra del bilbaíno Javier Peñalba, vinculado con Medina, cuenta la historia de un niño de las Merindades durante los años treinta y cuarenta del siglo pasado y cuya vida se entrecruza con la de Burbach. En los montes Obarenes, muy cerca de Cillaperlata y Trespaderne, trabajaba la familia del niño, obligada a esconder al nazi de los aliados.
Por último, Aquel mar que nunca vimos, de José Antonio Abella, relata la investigación realizada sobre Antonio Benaiges, un maestro catalán que llegó a Bañuelos de Bureba en 1935 con una revolucionaria técnica educativa. Una imprenta, un gramófono y nuevos aires en el aula hicieron de Benaiges un maestro singular que prometió a sus alumnos que en el verano de 1936 les llevaría a conocer el mar. No pudo cumplir su promesa. En la mañana del 19 de julio, primera jornada de la Guerra Civil, fue detenido y torturado para esa misma noche ser asesinado.