El carnaval se despide de Burgos con el entierro de la sardina

I.L.H. / Burgos
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Este año se ha cambiado la ubicación y la hoguera con la que se ha puesto fin a las fiestas en honor a don Carnal ha ardido en la Plaza Mayor

Esto no es Burgos. Daban ganas de ampliar la letra de la chirigota de Los Papamoskas, esa que este año explica cómo identificar dónde estás. Porque ver a tanta gente acompañando o viendo pasar a la sardina no es propio de esta ciudad. Y comprobarlo le hacía a una dudar si estaba en la tierra del Cid o todo era parte de un decorado muy bien definido. ¡Si hasta la gente bailaba los temas que pinchaba la Panchoneta y Efemérides Crisanto, el maestro de ceremonias, que a veces incluso coincidían! Ya saben:Nochentera, Pepas, Georgie Dann... «A mí no engañan. Esto no es Burgos», daba por pensar.

Luego te dabas cuenta de que eran muy pocos los disfrazados, que la mayoría veía el sepelio con un pie dentro de los bares y que nadie se había dejado la puerta abierta y empezabas a reconocer lo que te rodeaba: era Burgos con la temperatura de antes de la glaciación.

Ese ambiente de calor humano  -antes del de la hoguera- se apreció desde el inicio, en la Plaza Mayor, este año punto de partida y final del recorrido. El cambio de ubicación se realizó «para ganar amplitud» se dijo en su momento, y para evitar que el humo negro que desprende la hoguera pudiese ensombrecer la fachada de la Catedral desde la plaza de las Llanas, donde se realizó los últimos años después de que se descartara la Flora por el espacio que ocupaban las terrazas permanentes.

El fuego devoró la sardina.El fuego devoró la sardina. - Foto: Luis López AraicoBajo la supervisión de los miembros de la Asociación Centro y Cía y de los bomberos, el pez diseñado por Cristino Díez con el alegato «La guerra a la hoguera» se paseó por Los Herreros y San Lorenzo, San Juan, Avellanos, La Flora y las Llanas, y entrando por Sombrerería regresó frente al Consistorio. El recorrido junto a Batubulán y Los Gurús, la Panchoneta y las plañideras fue ágil porque a las 10 en punto Urbaluz tenía la orden de apagar las luces de la Plaza Mayor y la comitiva no podía permitirse ningún retraso.Y para no dañar al pez los porteadores sudaron la gota gorda por la estrechez de determinadas calles, los letreros luminosos, el público que rodeaba a la sardina y algún que otro bordillo.

Ya en la Plaza Mayor y después de que el maestro de ceremonias reprochara a los presentes la escasez de disfraces, solo quedaba prender la hoguera. Para evitar dañar el pavimento como ocurrió en cierta ocasión durante unas marzas, se pusieron unas planchas metálicas entre dos capas gruesas de arena. Además se elevó la sardina en altura, colocándola sobre una plataforma de hierro que, al acabar, los pocos restos que quedaban se asemejaban a los de un pollo en la barra de asar.

Pero antes de prender la llama se mandaron a la hoguera todo tipo de males y pesares:las penas y los miedos, las aburridas tardes de domingo, los grupos de Whatsapp del colegio, las envidias, los chistes del cuñado, los discursos políticos, los muros y fronteras, las guerras, los abusos de poder, las redes sociales, la mala educación, la comida basura, la incultura y las pesadillas (creo que no me dejo ninguna de las mencionadas por Sito Matía, que encarnó al enmascarado que animaba la comitiva). Tras ellas, los bomberos encendieron la mecha que redujo la sardina a cenizas en apenas un par de minutos, poniendo con ello el punto final a los días de Carnaval. A continuación sonó el Himno (como dice la chirigota, prueba de que sí estábamos en Burgos) y se acabó la fiesta.