El asfalto de las carreteras ribereñas está sintiendo este fin de semana la caricia de unos neumáticos que tienen solera. Los vehículos participantes en la décima edición de la Motoabuelada, la concentración de motos históricas organizado por el club homónimo de Castrillo de la Vega, completaban ayer su primera ruta, con parada en Aranda para que los conductores conociesen el patrimonio monumental y gastronómico de la capital ribereña, mientras sus vehículos se convertían en la atracción de los paseantes del entorno de la plaza de la Constitución, donde se montó una improvisada exposición de estas piezas históricas.
Tras diez años celebrándose esta reunión de motos con una antigüedad superior a 1980, la asistencia a la misma se ha consolidado en torno al centenar de vehículos provenientes de los puntos más dispares de la geografía nacional, pero este año está destacando por la relevancia de los ejemplares. «El nivel de motos está muy por encima del de otros años, el número es similar pero el nivel es impresionante», reconocía Juan Pedro Olivares, portavoz del Club Motoabuelas de la Ribera. Del global de los vehículos participantes, una tercera parte son ejemplares propiedad de los socios del club castrillense, muchos de ellos con su sidecar correspondiente, con 15 de estos ejemplares presentes en la muestra, y la gran mayoría de fabricación nacional.
Si miramos al mercado internacional, algunos de los vehículos destacaban por su rareza, su espectacularidad o la historia que tenían detrás. El ámbito militar estaba muy presente en este parque móvil sobre dos ruedas, con tres ejemplares de moto del bando republicano de la Guerra Civil española, que datan del año 1937, o una BMW «que venía de Alemania para hacer la guerra en África al mando de Rommel y que se quedó en España porque se acabó la guerra y luego se subastó», como relataba Olivares.
Una Guzzi 500 de 1928 es la moto más significativa de esta edición, ya que es un modelo exclusivo en España ya que, que sepan los organizadores, esta es la única moto de estas características que hay en nuestro país en la actualidad. Por su estética, entre la gran cantidad de motos con sidecar que se podían ver ayer en Aranda y que hoy se podrán admirar en Milagros por la mañana y en Castrillo de la Vega por la tarde, los ojos se centraban en una Indian americana de 1948 o una Harley, también con sidecar del año 40, que no llegó a la meta arandina de la primera ruta porque, dada su ‘edad’, cayó por culpa de los achaques propios de sus años.
Los propietarios y conductores de estas joyas sobre ruedas disfrutan de la libertad que les ofrece poder montar estos vehículos que, por sus características técnicas, no alcanzan unas velocidades vertiginosas, lo que les permite disfrutar del viaje durante el trayecto. Eso sí, como ayer mismo se pudo comprobar, hacer kilómetros con estas piezas de museo puede llevar a sus pilotos a tener que bajarse de ellas y seguir en cualquier otro vehículo porque los imprevistos técnicos son el día a día de estas ‘motoabuelas’ que han vivido guerras y han quemado mucha rueda.