Recuerdo ir a Logroño hace unos años, cuando Míchel Zabaco todavía vestía de rojiblanco, y disfrutar de un ambientazo por la calle Laurel entre pinchos que se anticipaban a la inflación y algún que otro rioja crianza. Que me perdonen esta excepción en la Ribera.
Ya de camino a Las Gaunas, estadio en el que tantos goles cantó el tipo de la radio cuando era pequeño, un grupúsculo de los 800 aficionados blanquinegros desplazados se marchó a un parking aledaño a pegarse con otro grupúsculo de hinchas rojiblancos. A escasos minutos del pitido inicial. Solo habían ido a zurrarse. Se pueden imaginar que entre todos no sumaban ni media neurona. Disculpen por la faltada, pero es que a veces la estupidez humana no tiene límites.
Esa pelea ya ensució en cierta manera la imagen de todos los que estábamos allí que, por cierto, nos llevamos un 3-0, y lo mismo ocurrió ayer con la refriega entre algunos descerebrados del Burgos CF y del Zaragoza. Lo mismo les pasó a los del Málaga cuando vinieron aquí. Es injusto, pero la mayoría de las veces pagan justos por pecadores. Una de las mejores aficiones de España, de las que más gente mueve, manchada por unos cuantos violentos.
¿Y sabe qué es lo peor? Que el Fondo Sur, ese que sustenta al equipo en los peores momentos, queda de alguna forma señalado. Todo el mundo sabe que son solo una pequeña parte y no representan, ni mucho menos, a la Grada de Animación. Son los de siempre, tal vez los mismos que se pegaron hace años en Logroño. Solo ensucian el nombre del club que tanto se empeñan en defender. Echadlos. Luego nos preguntamos por qué declaran los partidos de alto riesgo o por qué piden la huella dactilar.