75 años de poderío renovado

Jesús centeno (EFE)
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El asentamiento de la República Popular China ha consolidado al país como una potencia a nivel mundial que, sin embargo, debe afrontar grandes desafíos a nivel económico y social

75 años de poderío renovado - Foto: XINHUA / Chen Zhonghao

«Pueblo de China ¡despierta!, ¡comienza a andar!», proclamó Mao Zedong en 1949 en la enorme plaza de Tiananmen. Setenta y cinco años después, el gigante asiático, bajo el férreo mando político del Partido Comunista (PCCh) y con un poderío renovado desde entonces, afronta una nueva era. Y lo hace como una de las grandes potencias económicas a nivel global, con crecientes retos que abarcan desde lo financiero y la geopolítica, pasando por el medio ambiente o la violación de los Derechos Humanos.

Un largo camino recorrido en el que también han existido sufrimientos de calado como las hambrunas del Gran Salto Adelante (1958-1962), los excesos de la Revolución Cultural (1966-76) o la Masacre de Tiananmen (1989).

Y, más a nivel actual, también el Covid Cero (2020-22), la estrategia que mantuvo a la población aislada durante la pandemia con confinamientos masivos o pruebas PCR constantes, que llegó a provocar movilizaciones de descontento y una falta de confianza que lastra la recuperación económica.

Pero, en el presente, el gran caballo de batalla para Pekín no es otro que el de consolidar su hegemonía como la nación más poderosa en el presente orden mundial. El actual presidente, Xi Jinping, coronado en 2022 con un tercer mandato que le consolida como el líder más poderoso desde Mao, sentenció hace varios años: «China está en ascenso y Occidente, en declive».

La obsesión es Estados Unidos, al que la nación asiática acusa de poner todo tipo de trabas para evitar que le sobrepase.

En una entrevista, el experto Ding Yigan, exsubdirector del Instituto de Estudios sobre Desarrollo del Ejecutivo, afirma: «Ya estamos en una guerra fría, la quiera Pekín o no. Así que, ¡adelante! Washington sobrestima su poder». «(EEUU) tiene mucho miedo del ascenso de China» y esta «tiene más confianza que ningún otro país», asevera tras reprochar «los intentos de intimidación» norteamericanos en el Pacífico o a cuenta de Taiwán, isla autogobernada que el Gobierno quiere «reunificar» sin haber renunciado a la fuerza para ello.

Einar Tangen, del Instituto Taihe, argumenta por su parte que la nación «nunca jugará un rol hegemónico» porque es una potencia «de paz, de consenso», que «no va a desarrollarse mediante la expansión».

La clase media

Uno de los logros de los que presume el actual Gobierno es el haber «ganado la lucha contra la pobreza» (2020), a la vez que ha consolidado sus avances en materia tecnológica y también su rol en la carrera espacial.

Pero estas proezas ya no impresionan a los más jóvenes, más preocupados por que el país se estanque en la trampa del ingreso medio, un fenómeno común en economías que vienen de un importante y vertiginoso crecimiento basado en la inversión.

Lin Yinyue, especialista en márketing, comenta que China empieza a ver algunos de los males típicos asociados a las potencias desarrolladas: «Creíamos que las cosas siempre irían a mejor. Pero ese pensamiento ya no existe», apunta a la hora de hablar de una crisis inmobiliaria que todavía no ha tocado fondo.

pensando en el centenario. Porque, más allá del ámbito financiero, Xi tiene muchos retos antes de su centenario en 2049, fecha fijada para que la nación logre su «gran rejuvenecimiento» y sea «fuerte y próspero»

El patriotismo es uno de los pegamentos para una sociedad que además de desarrollismo ha visto cómo su país se situaba como el primer emisor mundial de CO2, la natalidad se estancaba y, además, también aumentaban las desigualdades sociales.

La otra pata es el control político, «mucho más duro que en 1989», destacan las organizaciones de Derechos Humanos que, sin embargo, creen que las generaciones más jóvenes están mejor informadas y preparadas para sortear la censura por parte del Estado.

Porque el país tampoco ha conseguido avanzar hacia un Estado que proteja los Derechos Humanos y, según Amnistía Internacional, lidera la lista de violaciones en penas de muerte, censura, religión, asociación o etnias, a la altura de países como Irán, Birmania o Corea del Norte.